La última novela de Richard Ford, Canadá, no me interesó nada, aunque valoro el esfuerzo y la sensibilidad por intentar algo diferente de lo que le ha proporcionado gloria. James Salter también lo intentó en “Todo lo que hay” y tampoco le salió, pero eso, al final, es irrelevante. Lo importante es que Ford -aunque vaya a sufrir el síndrome Conan Doyle, es decir, da igual lo que hayas escrito, que siempre te recordarán por ser el creador de Holmes- es el maestro de guiñol que ha creado una voz única: Frank Bascombe. Ese personaje que se ocupa de lo pequeño, de lo cotidiano, de las personas invisibles, y que partiendo de lo vernacular logra un impacto tan global como el pepinazo atómico en el atolón Bikini. Frank, al igual que Artaud, parece decirnos “Soy un hombre que ha sufrido mucho y por lo tanto tengo derecho a hablar“. Y habla, vaya que sí, una logorrea interminable que también se apoya en otro pilar, Montaigne y su “No he visto nunca tan gran monstruo o milagro que yo mismo“. Sobre estas dos bases, Ford aplica una tercera, esta asturiana, “tira que libras”, y recorre en tres novelas magistrales, El periodista deportivo, El Día de la Independencia y Acción de Gracias, el mosaico teselado de la sociedad americana. Su receta es sencilla: mirar y escribir, mirar y escribir. Y escribir, y escribir. Y mirar. Las turbulencias sociales y emocionales de sus conciudadanos son destiladas por la voz de Frank Bascombe, un tipo empático y pasional que expresa en voz alta todas esas cosas que la gente piensa pero se guarda de decir. Como el mismo Ford comenta: “Frank me sirve para hablar de las cosas importantes de la vida“. ¿Y qué es lo importante de la vida?, pues algunos botones de muestra: sobre la Felicidad “Como sucede a menudo cuando se habla del pasado, uno nunca ha sido tan completamente feliz como le gusta creer que lo era“; sobre la Envidia “Nada incita más al desprecio que alguien que hace algo distinto de lo tuyo, no lo hace mal, y encima no se queja”; sobre las Emociones “Cuando vives plenamente tus emociones, cuando son lo bastante simples y atractivas como para disfrutarlas y se acorta la distancia entre lo que sientes y lo que también podrías sentir, entonces puedes confiar en tus instintos”; sobre la Traición “No hay traición como la traición de la voz, cuando dices algo que no suena como si fuera tuyo, que no forma parte de ti”; sobre la Muerte “Todos merecemos piedad humana, todos merecemos que nos lloren. Y quizás todavía más cuando nos salimos de los límites normales y no logramos volver atrás”. James Ellroy, ese gran ogro de la autopromoción, respondía con una sus brillantes frases hechas que él no estaba preocupado por la Gran Novela Americana, porque ya había escrito unas cuantas. Yo no tengo claro que Ellroy haya logrado sacar la espada artúrica de la piedra, pero estoy seguro de que Ford la ha liberado al menos en una ocasión. Otrosí: a causa de tener enfrente la grandiosidad de los paisajes americanos, “donde los cielos son más altos“, como se dice allá, no pierdan de vista los pequeños santuarios, que no por menor tamaño despliegan menos belleza. Los libros de cuentos Rock Springs, y especialmente De mujeres con hombres; dicen que se parece mucho Carver, pero yo creo que poseen una mayor compasión hacia sus personajes, en ese sentido le veo más relación con Joyce Carol Oates, aunque no dejan de ser impresiones personalísimas. Lo cierto es que carece de maniqueísmo, acerca la cámara a corta distancia, casi se pega a los protagonistas, podemos oír su respiración, sentir su desamparo, y gracias a una poética personal logra rescatar el lado simbólico de los gestos más domésticos. En estos tiempos de incertidumbre, Richard Ford es una inversión segura.
Te digo yo cuál es la edad más bella. Es aquella que uno tiene. Día a día.
Il sorpasso. Dino Rissi. 1962
Las ciudades son orgánicas, nacen, crecen, se reproducen y en ocasiones mueren como seres vivos, y en este ensayo de Marcel Pöete publicado por KRK, “Introducción al urbanismo“, se repasa esta evolución desde Babilonia y Grecia hasta conformar el árbol genealógico de las urbes que habitamos. Fue escrito hace un siglo, pero mantiene una frescura que no le quita un ápice de rigor. Multitud de disciplinas, economía, arquitectura, geografía, historia… se entrecruzan para formar un retrato preciso de la ciencia citadina. Por sus páginas se suceden la “Arquitectura” de Vitrubio, fragmentos de la Iliada, comedias de Aristófanes, la silueta del París del año 1200; las capas infinitas de Troya, la Constantinopla capital de tres imperios, el magnífico pasado de Venecia, la decadencia de Brujas, el empuje de Amberes en una época en que Londres era prácticamente un villorio. El autor habla de “las lágrimas de las cosas“, casi en un antecedente del famoso reproche que le hace un Replicante al Tiempo con su “lágrimas en la lluvia”. En otros momentos parece que estamos en un cuento de Italo Calvino o Giorgio Manganelli al clasificar la tipología de las ciudades ya sean para tomar las aguas, nidos de águila feudales, ciudades democráticas helenísticas, urbes en cruces de ríos o vados, fronteras entre tierra fértil y desiertos, santuarios religiosos, acrópolis fortificadas… Resulta interesante el proceso mediante el cual las almendras duras de las ciudades van poco a poco extendiéndose a través de los suburbios que se acumulan alrededor, y que a su vez se transforman en almendra. Esa dialéctica que se produce entre las endogamia de las murallas y la corriente exterior que vivifica las urbes. Trazados regulares o etruscos como los de Nueva York, ondulantes y flexibles como ciertas partes de París, curvados mientras se resiguen las antiguas murallas. Una de las lecciones más eminentes de este libro ya la adelanta Tucídides cuando venían a refugiarse a Atenas exiliados de diferentes procedencias: “Nuestra ciudad está abierta a todos: ninguna ley echa de ella a los extranjeros”. Y es que sin la aportación del foráneo, toda ciudad -ergo todo país- está condenada al declive.
Un restaurante donde el producto es lo primero
De IGNACIO DEL VALLE | lunes, 6 de junio de 2016 | 16:05
Uno de los descubrimientos del mes: el restaurante García de la Navarra, Montalbán 3, Madrid. Una atención exquisita, una obsesión por el producto como pocas veces he visto -preparación respetuosa del mismo-, cantidades abundantes, precios sensatos. La lista de vinos parece el listín telefónico del DF, los tomates, maravillosos, las alcachofas, de antología... La carne, el pescado... -casi me traen la foto del pargo y la lubina que nos ventilamos-. Hay emoción, honestidad y, sobre todo, pasión. Disfruten de la vida.
Soles negros, Alfaguara 2016:
-Sábado 4: Estudio en Escarlata, caseta 89, 19-21 h.
-Domingo 5: Sin Tarima Libros, caseta 59, 19-21 h.
http://www.ferialibromadrid.com/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)