Y henos aquí de nuevo, hemos resistido un año más, lo que no es poco. Y la intención es continuar haciéndolo. Por mi parte en 2016 sacaré nueva novela, espero merecer seguir teniéndoles como lectores. Recuerden a Boecio:
La historia es una rueda, la inconstancia es su esencia, subámonos a sus radios y no nos quejemos cuando nos lance al abismo, porque los buenos tiempos pasan, pero también los malos. Esta mutabilidad es nuestra tragedia, pero también nuestra esperanza.
Nos vemos en 2016.
La controversia bizarra que estos días se dirime en los Estados Unidos trata sobre los baños públicos. Un país tan sensibilizado con los derechos de las minorías se halla enfrentado actualmente por la denominación de los géneros en las puertas de los servicios. Él o Ella, Caballero o Señora, Chicos o Chicas… parecen cachivaches de museo si se tiene en cuenta la que está cayendo. La bandera de la lucha por unos baños públicos que permitan la entrada a todo dios acaba de ser enarbolada y miles marchan bajo ella. Lesbianas, gays, bisexuales… ahora le toca el turno a los transexuales, y sabiendo lo rápido que tiran los americanos de abogado, la cosa no está para bromas. Si se siente usted mujer -tenga pilila o no-, ¿por qué ha de tener que ir a orinar entre brutales varones que lo dejan todo perdido?; si usted se siente muy varón -tenga pilila o no-, ¿por qué no puede hacerlo de pie entre sus iguales? Los cuchillos legales vuelan, las demandas están al orden del día. En algunos sitios se buscan soluciones de consenso, como en el Whitney Museum “Baño para todos los géneros”; la universidad de Utah ”Todos los géneros”, incluidos minusválidos, que parecen ser considerados caprichosamente otra categoría; en un restaurante de Washington “Hombres, mujeres, y el resto”; en un centro cívico “Cualquiera de cualquier género”; en la universidad de Nevada “Servicio unisex”, etc… Sin embargo, ante toda reforma siempre hay una reacción, y la insurgencia ha aparecido en muchos lugares del país reivindicando “lo de toda la vida“, pero a estas alturas el mismo término exige una revisión casi escolástica. A la vez, y siendo Estados Unidos el país de fenicios que es, no han tardado en comercializar diferentes iconos para hacer frente al problema, que vuelven locos sobre todo a los extranjeros -los japoneses se hallaban especialmente confusos con el asunto debido a su extrema educación que les hace cortarse a la hora de preguntar-. En el White Dog Café de Philadelphia rizaron el rizo al dividir sus baños en Demócratas y Republicanos. No se lo tomen a la ligera, esta historia estresa a un montón de gente, pero no solo a los transexuales, se lo aseguro, los heteros están igual de incómodos. Y los gays, y las lesbianas, y los bisexuales...¿Quién será capaz de resolver este nudo sin cortarlo?
Mi banco me envía una carta diciéndome que el plan de mi cuenta de ahorro a partir de una fecha deja de tener validez y con él las ventajas asociadas al mismo, por lo que entonces me cobrarán las comisiones incluidas en sus contratos. A continuación prosigue la música del desconcierto y me ofrece para no cobrarme dichas comisiones pasarme a una cuenta que tiene nombre de antiguo concurso de televisión, solo falta Ruperta y los tacañones, porque además promete una lluvia de premios y descuentos: bonificaciones en todos los recibos, posibilidades de obtener acciones, etc… y es imposible no acordarse asimismo del Seat Supermirafiori y del apartamento en la manga del mar menor. Para conseguir este chollo solo tengo que llamar por teléfono. Lo que no te cuentan es que todos los meses te van a cobrar una cantidad de euros por el mantenimiento de la cuenta, suma que a fin de año supera con creces todos los maravilloso presentes que te ofrecen. Y entonces yo me pregunto si esto no se parece sospechosamente y salvando las distancias, a la publicidad engañosa con la que se colocaron miles de productos radioactivos y que dejaron desmantelada la economía mundial. Me da que los “brotes verdes” que auguran algunos optimistas ha desatado de nuevo la avaricia de quien sea que se pase el día exprimiéndose la cabeza para encontrar nuevas maneras de “tirar del teto” de la extenuada clase media -lo que quede de ella-. Citando al clásico, lo evidente es que una piedra en el camino me dice que mi destino es pagar y pagar. Cojo el teléfono y marco el número indicado y le cuento mis cuitas a la asesora que me atiende, y le confirmo matemáticamente que es imposible que salga ganando con ese chollo que me ofrece. Inicialmente la chica se resiste a darme la razón y asegura que el sol puede salir dos veces el mismo día, hasta que la contundencia de los números le hace rendirse. Aún así todavía sigue alabando las bondades de ese pequeño cepo bancario. Por último solo negociando cara a cara en mi oficina consigo una cuenta sin onerosos cargos. Yo tuve paciencia y tiempo para pelearme, pero ahí fuera hay miles y miles de personas sin tiempo ni fuerzas, lo que se traduce en un verdadero chaparrón de oro para los bancos. Y poco más tengo que decir.
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