Eureka, la historia vuelve a recorrer sus ciclos, la famosa moda de los nudillos que tan primorosamente sigue, por ejemplo, Kristen Stewart, era ya cosa superada por Federigo Gonzaga, Duque de Mantua, allá por 1529. Estos italianos ya eran trendys -nunca han dejado de serlo-, fíjense en la manita que apoya sobre el perro. Este cuadro de Tiziano pueden disfrutarlo en El Prado, aunque lo que resulta de verdad espectacular es el jubón azul. Por cierto, lo encargó para encontrar esposa, el perrito significa fidelidad conyugal y el rosario que ya dejó atrás su pasado disoluto, como si fuera un perfil en una página de contactos. Lo dicho: marca más tendencia que Cara Delevigne.
Recibía correos regularmente de lectores quejándose de lo difícil que era encontrar ejemplares de "Cómo el amor no transformó el mundo". Ahora ya pueden disponer del ebook en Amazon. Publicado en 2005, y tras una nueva corrección, sigo firmando cada una de sus líneas. Espero que lo disfruten.
The city had fallen. We came to the window of a house drawn by a madman. The setting sun shone on a few abandoned machines of futility. I remember, someone said, how in ancient times one could turn a wolf into a human and then lecture it to one's heart's content.
CHARLES SIMIC
Si imaginariamente el mundo se dividiese entre los que son de Faulkner o de Steinbeck, yo soy de Steinbeck. Como autor, me da tanta envidia como asombro comprobar que el escritor californiano escribe cosas como “A un dios desconocido” solo con 31 añitos, o termina un portaaviones literario como “Las uvas de la ira” a los 37. Salvo dos o tres obras que no me interesaron, leo asiduamente a John Steinbeck, y entre sus recomendaciones he adoptado varios consejos: desconfiar de las escenas demasiado brillantes, porque normalmente suelen estar fuera de lugar; ser honesto con lo que cuento; rodear las partes que no acabo de concretar para retomarlas más adelante y no detener el avance; y escribir sí o sí una página diaria. Steinbeck conservó toda su vida una característica que resulta esencial para todo el que desee escribir: la curiosidad de un niño; y aunque en sus novelas las cosas son blancas o negras, sin matizar demasiado, esa misma radicalidad se contagia en la intensidad de la escritura, porque Steinbeck odia o ama lo que cuenta como si le fuera la vida en ello. Cuando uno comienza a leer sus libros, sabe que únicamente puede estar con él o contra él, no hay medias tintas, pero también nos recuerda que somos animales solitarios, y que uno de los mejores métodos para no sentirnos tan solos es contar y escuchar historias. Steinbeck convierte lo local -el valle de Salinas- en algo universal, y mezcla con un estilo claro y elegante las lecciones aprendidas de Scott Fitzgerald, Hemingway, Stephen Crane o Jack London. Todo el mundo recuerda “La perla” o la mencionada “Las uvas de la ira”, pero yo soy un gran admirador de una obra total como es “Al este del Edén”, remozando el mito de Caín y Abel, lleno de historias y digresiones sobre temas capitales, amor, verdad, mal, sexualidad… al tiempo que perfila uno de los mejores malos de la literatura: la despiadadísima Cathy Adams. Asimismo, soy un incondicional de sus libros de viajes, “Por el mar de Cortés” o “Viajes con Charley, en busca de América”, sin olvidar que Steinbeck es el guionista de una de mis pelis preferidas, “Viva Zapata”, de Elia Kazan, con un Marlon Brando que protagoniza una de las alegorías políticas más redondas del cine.
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