Daba mucha grima ver a Michael Cimino en sus últimos días, con ese aspecto de muñeco diabólico -o muñeca, ya que se había cambiado de sexo-, un poco en la línea mesiánica de Camilo Sesto. Un tipo excesivo y perfeccionista en su trabajo -que se lo digan a los actores de “La Puerta del Cielo“-, que finalmente se dejó desbordar por el daimon chiflado que todos los creadores llevamos dentro. Ya apuntaba formas al terminar el montaje de dicha peli, cuando los productores le rogaron que recortase las 5 horas y 25 minutos que duraba la primera versión, y él respondió: “Como mucho puedo quitar 15 minutos”. En aquel tiempo, pasarse con la farlopa y el presupuesto era una cuestión de honor -léase el ensayo “Moteros tranquilos, toros salvajes“, de Peter Biskind-. Excentricidades apartes, este señor fue el autor de “Manhattan Sur“, cuando Mikey Rourke era todavía el übermenschen que todos queríamos ser, lío con Kim Basinger incluido. Una película visceral, sin concesiones, con Oliver Stone escribiendo el guión mano a mano con Cimino, y que probablemente sea la mejor actuación de Rourke en toda su santa y desmadrada vida. Pero yo de lo que quería hablar hoy es de “El cazador”, por eso el artículo se podría titular también “The Deer Hunter”. Porque estoy enamorado de ella, porque el cine ya no se hace así, y porque yo también hubiera querido salvar a Christopher Walken en la ruleta rusa final. “Yo te quiero“, le dice deNiro abrazándole desmoralizado, yo te quiero, y en esas pocas palabras condensa todo lo que hay de válido y bueno en la condición humana. Todo es un inmenso y conmovedor canto a la amistad, desde la primera parte de la película donde Cimino se permite una boda que consume minutos y más minutos, ampliando el tiempo y el espacio en un réquiem provinciano por los cuatro amigos, hasta la segunda en Vietnam, poderosa y terrible, lírica y atormentada. En la primera parte, dentro de la alegría y las risas se halla un corazón de melancolía, en la segunda, en medio de la tensión psíquica y la violencia se respira la compasión, el amor, la franqueza, los lazos instintivos, la amistad sin condiciones, viril, vedada e incomprensible para las mujeres. DeNiro está contenido, y resulta uno de los grandes papeles de su vida, Walken expresa como nunca el dolor de la tensión psíquica, del desfondamiento moral. Un disparo, dicen, solo un disparo, tanto para derribar a un ciervo como para acabar con un hombre. Un solo disparo.
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