Las sombras eléctricas y el tío Óscar

| viernes, 4 de junio de 2010 | 11:00



Los chinos bautizaron al cine Dianying, las sombras eléctricas, y entre el día en que durante un homenaje a Griffith éste no abrió la boca en toda la comida para luego levantarse y poner sobre la mesa una cámara de cine y decir: señores, tienen en sus manos un objeto que puede cambiar el mundo, y las 157 veces que repitió Stanley Kubrick la escena del hacha en El resplandor o sus desnudos freudianos y góticos adornados con la música de Ligeti en Eyes wide shut, caben 83 años de galas de los Óscar que han dado para mucho, un semillero de anécdotas de las que he escogido unas cuantas, curiosas, divertidas, asombrosas, inquietantes, ridículas, gloriosas. En la historia de estos premios hay pequeñas tragedias, como en 1960, cuando Shelley Winters ganó la estatuilla a la mejor actriz secundaria por El diario de Anna Frank temiendo que la envidia de su marido, Anthony Franciosa, que no había sido nominado, hiciera peligrar su matrimonio. Meses después del divorcio, la Winters declaró que cuando había llevado el Óscar a casa y visto cómo lo miraba su marido, supo que su matrimonio había terminado. En la ceremonia de 1970, Cary Grant tuvo un rebote tremendo cuando le comunicaron que le iba a entregar su premio honorífico Dyan Cannon, su ex mujer, que tuvo que ser sustituida por Frank Sinatra. Pocas entregas de los Óscar tan emocionantes como la de 1979, cuando John Wayne, ya muy enfermo de cáncer, cumplió su promesa de ir a recoger su Óscar pese a su estado terminal, acomodándose en una habitación que le habían preparado con una cama, donde permaneció acostado hasta que salió al escenario. La ovación fue antológica, y sus palabras también: esta es la única medicina que necesitaba. Creedme si os digo que estoy agradecido de haber podido llegar hasta aquí esta noche. El Óscar y yo tenemos muchas cosas en común: ambos llegamos a Hollywood en 1928, y los dos estamos un poco cansados, pero todavía resistimos… En la misma noche, Shirley McLaine le mando un descacharrante mensaje a su hermano Warren Beatty celebrando sus nominaciones y éxitos como productor, actor y director: estoy orgullosa de mi hermano pequeño, mi querido y talentoso hermano. Si tienes este éxito, imagínate lo que podrías conseguir si practicases también el celibato. No obstante, este lance fue superado en la entrega de 1995 cuando una de las presentadoras empezó a bromear sobre las nominadas de ese año: Sharon Stone, nominada por hacer de prostituta en Casino; Elisabeth Sue, nominada por hacer de prostituta en Leaving Las Vegas; Mira Sorvino, nominada por hacer de prostituta en Poderosa Afrodita… ¿Cuántas veces votó Charlie Sheen? Dianying, las sombras eléctricas, el polvo de estrellas, el cine… Martin Scorsesse expresó bien su importancia durante una entrevista: es nuestra historia, y por cada metro de película que perdemos, perdemos otros lazos con nuestra cultura, con el mundo que nos rodea y con nosotros mismos. Por ello, larga vida al tío Óscar.

3 comentarios:

Ilsa dijo...

Recuerdo a Roberto Benigni,"La vida es bella", saltando por los asientos,para recoger el oscar, o Jack Palance haciendo flexiones con un brazo ¡a su edad!, por "Cowboys de ciudad", o cuando Fernando Trueba, "Belle epoque",dijo: "Gracias, Billy Wilder,para mí usted es Dios", entre otras anécdotas.
También ha habido grandes actores y cineastas que nunca lo han recibido.Pero no cabe duda , de que los Oscars son " una fiesta de la industria del cine" que hace disfrutar a la gente que nos gusta el 7º Arte, estemos o no de acuerdo con los que ganen.En definitiva , un espectáculo que forma parte de la historia del cine y de nuestra historia personal.
Un saludo.

Rodericus dijo...

Los oscar son la quintaesencia del circo que és Hollywood. Una cualidád indispensable para sér un buén actór es tenér un ego tan grande como el Titaníc, pero a la véz, esa cualidád puede sér sú peór enemigo. Y esa es la noche de los egos hipertrofiados, puro espectáculo visuál. Me ha parecido bién la limitación de tiempo del discurso de los ganadores. Hay actores y directores geniales sin el más minimo sentido del pudór y de la oratoria. Pedro Almodovár, sin ír más lejos.

Cordiales saludos.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Una verdad como un templo. El ego es el combustible que te impulsa, la misma energía que te puede desarbolar. Lo digo por experiencia. Hay que tener siempre la Caja de Pandora con unos cuantos candados.