El suicidio de
los organismos, las sangrientas victorias pírricas, los obstinados choques de
trenes, el derrumbamiento de alianzas y baronías y comités federales y órganos de
control… todas estas imágenes se confabulan en mi cabeza ante la victoria de
Pedro Sánchez. La militancia ha depositado de nuevo el laurel en su frente
marcoantoniana, cuyo venero es lo asambleario y lo populista en contra del
aparato, que tendrá como consecuencias una sucesión de purgas y desgarros que van a poner contra las cuerdas al púgil socialista. Los bandazos de Sánchez
proseguirán, de la nación de naciones culturales a la ideología marxista -si no le gustan estos
principios, tengo estos otros-; del radicalismo de bases ideologizadas a la
demagogia meliflua según con qué pie me levante. Los Podemitas -que no viene de
poder, sino de podar-, aguardan a que nuestro hermoso tribuno se una a ellos y
a los independentistas en un salto base al abismo populista. El problema no es
solo del PSOE, sino de todos los ciudadanos que estaremos al albur de cada
nueva ocurrencia sobre la plurinacionalidad española, la polarización extrema,
las revanchas históricas, la solución en la calle de lo que no consigan en el
parlamento… hasta que se enfrenten a la realidad, que no se dirime en el
corralito de unos cuantos miles de militantes, sino en las elecciones generales, con el
consiguiente estropicio, y sería el tercero. Se acabó el cabildeo para muñir
las necesarias geometrías políticas, ahora solo habrá puño en alto y propuestas
imbuidas no por el sentido común, sino por las emociones ciegas y un culto al
líder que se va a cargar la descentralización del partido. Para ver el futuro solo hay que fijarse en los
socialistas franceses o en los laboristas británicos. Cuenta Tácito que tras la victoria de Germánico contra
Arminio, las ganas que les tenían a los queruscos eran tantas debido a la
aniquilación seis años atrás de tres legiones en el bosque de Teutoburgo, que
se hizo "una matanza que duró lo que el
odio y el día". Me imagino que cuando le preguntaron a general romano que
cuándo empezaban a meter cuchillo, este respondió: Ya es ya.
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