¿Cuál es el problema? ¿Por qué provoca tanta polémica? Llevamos años advirtiendo sobre el gravísimo problema educativo que tiene España, y cuando el señor Marina pone algunos puntos sobre las íes, de inmediato se produce una algarabía. ¿Por qué resulta tan indignante valorar a la gente por sus resultados, exigir una continua puesta al día, prestigiar la profesión para atraer a los mejores, diseñar carreras profesionales atractivas con férreos deberes, sí, pero también con recompensas a la altura? ¿Por qué no hacer hincapié en el esfuerzo y la calidad de los profesores, para que luego esa excelencia se transmita al alumnado? Hay que motivar, hay que demandar, hay que retribuir generosamente. Evaluación de los cursos, trabajos, resultados, su manera de cooperar, de relacionarse con las familias, de los alumnos… Incluso la idea de grabar las clases para comentar aciertos y equivocaciones me parece interesante, aunque bien cierto que con matices. Ha surgido fulminante ese espíritu corporativista que tiende a la quietud y la ausencia de autocrítica que tanto mal ha hecho al país; en cuanto algo amenaza el statu quo, la placidez de la charca, se pone en funcionamiento. La desidia, el aburrimiento, la alergia a cualquier tipo de evaluación lastra en muchos casos el correcto desempeño de la labor. Se alega que no se puede basar la evaluación de los profesores en función de los resultados, ya que no todos enseñan a grupos provenientes del mismo estrato socioeconómico, pues bien, incluyamos la contextualización entre los meritos finales, pero no dejemos de evaluar. Y en esa evaluación también subrayo la necesidad de que no se haga un uso partidista y politizado de cada reforma. Selección, formación, incentivos, integración y liderazgo, las conclusiones para combatir el desprestigio, la pérdida de la pasión y el aislamiento en que vive buena parte de la comunidad educativa. Miremos a Singapur, Corea del Sur o Finlandia: actualización de los planes de estudios, un MIR educativo, más sueldo, redes educativas y de aprendizaje, implementación de los vínculos universidad-empresa, formación continua… El ojo del amo engorda el caballo, dice el aforismo, o sea, que hay que apretar las tuercas. Lo demás son pamplinas.
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