Muerdan el hierro

| martes, 16 de agosto de 2011 | 12:38


Hoy les invito a un paseo virtual por un gimnasio. Pónganse cómodos, ropa ligera, que transpire bien, luego enchúfense algo potente en el ipod, Rammstein, por ejemplo, Du hast o Waidmanns Heil, algo que les incite a morder el hierro. Luego entren conmigo en la sala, hoy toca hombro y gemelos. De inmediato podrán identificar unos biotipos concretos, que podrían protagonizar sin ápice de duda un documental de Rodríguez de la Fuente. En todo gym que se precie no puede faltar un 'profesional', alguien a quien siempre encontrará aconsejando a otro sobre cómo hacer las tablas de ejercicios o la mejor forma de mezclar los suplementos de proteínas -aunque no tenga ni idea del asunto, ese es otro cantar-. También están los 'charletas', personal que paga el mes pero que nunca verán acercarse a una mancuerna o barra, sencillamente ocupan la hora en una actividad social, formando grupos de discusión sobre el partido del domingo o cualquier tema divino o humano que les distraiga de hacer deporte. A continuación verán a 'Chuachi' -diminutivo de Chuachenager-, siempre hercúleo, la mayoría de las veces ciclado, cuyo único horizonte vital es hablar de musculación en todas sus facetas, no intenten desviar la conversación hacia otros meandros, será un fracaso seguro. Después tienen al 'novato', que empieza ese mismo día sus entrenamientos con una frase clásica e irrenunciable: yo es que no me quiero poner muy fuerte, como si ganar músculo fuera una cuestión inherente a pagar la cuota. Santa inocencia. Seguidamente no pueden obviar a la 'tía buena', que normalmente va a spinning o aerobic, pero que de vez en cuando hace una visita a las máquinas alimentando la conversación de los 'charletas' y distrayendo incluso al rocoso y monotemático 'Chuachi'.
También pueden encontrar al 'intelectual', que normalmente solo hace bicicleta porque le permite leer a la vez un libro. Y al 'veterano', macho alfa que concita a su alrededor una corte de chavalitos buscando un faro que los guíe en el proceloso mundo, ya sea con consejos vitales o deportivos, y si es gay o criptogay, utilizando su ascendiente para alegrarse el día. Y no debo olvidar al 'silencioso', ese numerario del gym que lleva veinte años en la sala pero que nadie ha hablado nunca con él ni se sabe nada de él ni ha tenido jamás contacto alguno, salvo para pedir que le dejen un disco de cinco kilos o la máquina de dorsales. Este es un día cualquiera en el gimnasio de su barrio. Antropología en estado puro, que diría Lévi-Strauss.

6 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Te ha faltado incluir a la abuelita delgadísima y frágil de diminutos pies que acapara la máquina de lumbares para ella sola. O el abuelo que hace lo propio con la máquina de abdominales, día tras día impertérritamente. O la gente que por no esperar no hace su turno de máquinas, la fila de abuelos esperando tonificar panza y media hora por barba les desanima a rabiar.
Saludos

Lucio Recalde dijo...

Jo, el caso es que ese parece mi gimnasio, muy ingenioso. Un saludo.

alex dijo...

Soy portuguesa y no sabía siquiera que existía un escritor de nombre Ignacio del Valle. Hoy, en la tele, te he visto y, como me gusta bastante a Urbano Tavares Rodrigues, me puse curiosa, ya que te ha comparado a Saramago, una referencia para mí.
Voy a leer uno de tus libros. Cuál me recomendarías para comenzar?
Perdona mi español.
Alexandra

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Hola, muchas gracias por escribir. Pues te recomiendo que empieces con O tempo dos imperadores estranhos, de la que han hecho el film, y si te gusta, pues puedes continuar con el resto de la trilogia, A arte de matar dragoes y Os demonios de Berlim. A mi tambien me gusta mucho Urbano. Saludos.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Lucio, me temo que todos los gyms son similares. Saludo.

Daniel dijo...

Yo soy de los de la charleta, y a temporadas, de los que paga pero no aparece jamas por el gym. Pero lo que mas me alucina es el abuelo silencioso,con gafas y camiseta del Pryca, que dices "pero donde va este yayo", que se coloca en la cinta de correr y se tira 45 minutos a una ostia que ni Indurain le seguiria en bici. Luego se baja, habla contigo sin resuello ninguno, y te cae de p..madre. Y dices: "Yo de mayor quiero ser como el".