El lujo

| viernes, 25 de septiembre de 2009 | 8:21




La teoría es que a partir de 1770 la moda se acelera y entra en una esfera que los sociólogos llaman sistema económico de bienes simbólicos, la frivolidad se convierte en necesidad para quienes pretenden mantener un rango y hacer brillar su apellido. Por ejemplo, conocer con antelación el peinado de la reina del día siguiente era una forma de asegurarse el poder aparecer idéntica y sumisa a ella, al tiempo que favorita de los demás. Años, siglos más tarde, esta mecánica, más o menos democratizada, se ha hecho extensiva al mundo. La práctica es que hoy en día esa aceleración de la moda llamada lujo se ha convertido en una manera de escapar de todo lo que no es necesario para la supervivencia, de fabricarnos un escudo de bienestar, un autoengaño de invulnerabilidad, ya que este siempre se ha asociado a las celebraciones, a esos momentos de fiesta en que los padres se vestían de forma especial para cenar o el menú se llenaba de los cócteles de gambas que en una época de este país era lo más sofisticado que podíamos degustar a la mesa.


Por mucho que se haga apostolado de la contención, casi todo el mundo se siente mejor, más deseado o menos vulnerable cuando se compra un bolso o va a cenar a un sitio fuera de lo común o tiene ante sí una rara obra de arte o palpa la seda de un foulard. A su vez, a través del lujo también se busca el reconocimiento del otro, ya que se quiera o no estamos pendientes de esa mirada porque vivimos en sociedad. Siempre que no se confunda lo que se tiene con lo que se es; siempre que seamos conscientes de que ese ceremonial con que vamos a consumir ese producto costoso -Lipovetsky dixit que siempre se tiende a la liturgia ante lo caro- no es más que una manera de ponerle el lacito a un buen vino -pero vino al fin y al cabo-; siempre que no se caiga en la obsesión por lo prohibitivo, en el más extravagante todavía que aboca a la caricatura; siempre que esa puntual trufa del Perigord, esa exclusiva cosecha de Dom Perignon o ese Caviar Royal Beluga con el que intentamos maravillarnos y evadirnos por unos momentos de la realidad, tenga como prioridad celebrarnos, es decir, darnos un homenaje a nosotros mismos o en pareja o en familia, sin que ello suponga una instantánea transformación en conaisseurs despectivos o en aquel duque Jean Floressas des Esseintes, que se retiró a un palacio para rodearse sólo de cosas bellas a fin de huir de la vulgaridad -qué cosa más vulgar que renunciar al mundo- pues lo doy por bien empleado.

Calma, lujo y voluptuosidad, decía Baudelaire. De vez en cuando no viene mal, ¿a que no?

7 comentarios:

Rodericus dijo...

Ultima cotización del caviar royal Beluga la semana pasada en el mercado de Salamanca de Madrid : 6.000 Euros el quilogramo, y se vende asiduamente.
No haré mas comentarios, que me sale la vena ácrata.

MARFIL dijo...

Hola Ignacio,
Respecto a esto que nos cuentas, me remito a lo dicho en el post de “Los Demonios de Berlín: escenarios VI”, (3 de julio de 2009 12:56), por esas cosas que hago yo, de motu propio y sin que nadie me lo sugiera. Sorry
(RE: EL LUJO. http://www.elcomerciodigital.com/gijon/prensa/20090703/opinionarticulos/lujo-20090703.html).

Además hoy ando con un poco de prisa. Voy a darme un pequeño paseo por el blog de Rémora, a ver si me hago perdonar....Ya sabes, penitencia toca a quien ha obrado mal (aunque ha sido involuntariamente). O tal vez la penitencia sea para él, que yo le ponga algo en su blog. Según se mire.

El tiempo da para lo que da. Es un recurso escaso incluso para los que aspiramos a superar los 100 años de edad y es preciso administrarlo bien. A un economista no le queda otra.

Primera lección, del primer día de clase del primer curso de carrera: “La Economía es la ciencia social que estudia la correcta distribución de los recursos escasos para satisfacer las necesidades del ser humano”. Y el tiempo es uno de tantos recursos escasos. Es difícil el propósito de esta ciencia (¿tómbola de feria?) dado que los recursos son de carácter limitado y las necesidades son de carácter ilimitado. Las “necesidades” de lujo de algunos lo son. No es mi caso, afortunadamente.

Abrazos, Ignacio. Muchos abrazos.

P.D. RODERICUS: Que disfrutes mucho de ese caviar si lo puedes comprar; desde luego, está fuera de mi alcance. Seguro que probarlo no es ninguna experiencia negativa de ésas que mencionas. Y por supuesto ser viejo no es nada peyorativo. Se acumula sabiduría. Pero esta sociedad que parece que sólo considera bello y valioso lo joven, nos hace caer en la trampa, incluso sin darnos cuenta. Razón llevas en que si alguien te decepciona una vez y eres un poco inteligente, aprendes lo que no debes volver a repetir. Será que soy poco inteligente, también para eso..
Lo que también sucede, Rodericus, es que todos cometemos errores. Todos tenemos demonios que salen más tarde o más temprano, y que es preciso dominar y superar. Y a veces salen en contra de la pareja. ¿Quién no comete errores? ¿Quién es perfecto?. De los humanos, nadie porque estamos lejos del Olimpo. En el amor yo creo que no hay orgullo. Ahí sí pongo la otra mejilla cuantas veces haga falta. Quiero y debo perdonar los errores del prójimo y aspiro a que también perdonen los míos. Lo mejor para todos sería no cometerlos, pero claro, eso es ser perfecto, que además es poco humano, parece ser...

Rodericus dijo...

"Toucheé" querida Marfíl.Son mis viejos demonios que salen del armario para decirme que aún están ahí.Pero no fué ninguna de mis relaciones, fué otra que me tocó vivir y sufrír de cerca.
Desde entonces cuálquier cosa que me suene a sumisión, me hace echar mano a la pistola, literalmente.
También tenemos algo en común, sufro migrañas estacionales, (algo raro en un hombre, debe ser mi lado femenino) y cuando me asalta, me vuelvo intratable.
Mi lujo de este fín de semana ha sido la mojama de Cadiz acompañada de vermouth artesanal, algo humilde comparado con el Beluga.
Saludos desde el "corner"

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Qué va, hombre, qué va a ser humilde la mojama... Es un manjar. El caviar es caro porque hay poco o porque no inyectan al mercado lo suficiente. Lo de siempre, pero de esto creo que sabe mucho más Marfil. Abrazos.

Rodericus dijo...

Ignacio, cotización de la mojama en el barrio Gotico de Barcelona el domingo pasado : 49.- Euros Kilo.
Es una exquisitez, pero teniendo en cuenta que en una tapa se emplean 60-70 gramos, es completamente asequible.
Saludos.

Begoña Argallo dijo...

En cuanto al lujo a mí me da sarpullido. No me gustan los lugares elegantes porque me siento como un elefante entrando en una cacharrería. No me gusta vestirme en plan pijo porque no se maquillarme, o si me maquillo, en mi casa me dicen que me quite eso de la cara que estoy muy rara.
Me acostumbré a vestirme con ropa cómoda y a caminar con calzado que me sirva lo mismo para una excursión al monte que para entrar en una cafetería.
Y reconozco que a mi estilo soy todo lo femenina que se puede ser.
No se si es por mi economía, clase media que con la crisis limita con la baja. O porque siento que el lujo es asomarte a la ventana en un día azul y ver ese sol que alumbra solo para ti. Para que te animes a hacer todo lo que sientes que tienes que hacer por ti mismo.
O en un día de lluvia esa lluvia que te dice que tienes tanto por hacer. O esas estrellas que en ocasiones se asemejan a las personas que te han dejado y te envían su luz, para que sigas intentándolo una y mil veces.
Para mí el lujo está en la naturaleza, en lo natural.
Es un lujo gratuito, a disposición de todos. Y es un lujo cariñoso, abrigador.Te juro es todo el lujo que me interesa, y repito no se si por pobre, o por simple. Pero cada vez lo disfruto más.
Tal vez porque vestirme sofisticada cada vez me hace sentirme más plastificada. O porque no existe más lujo que la sencillez.

Begoña Argallo dijo...

El lujo es menos en tiempos de crisis, te lo puedo asegurar.

Voy a quedar por la cutre de tu blog,y no creo que estuviera en tus planes tener gente cutre. Pero tampoco creo que te importe, no me pareces del tipo de gente que necesite gente importante a su alrededor.Y no creo equivocarme.

El lujo tiene mil caras y una de ellas es que tu hijo de veinte años con tres títulos, uno de fontanero, otro de instalador de calefacción y otro de energía solar, tenga trabajo. Trabajó de aprendiz año y medio y ahora está al paro, sin derecho a cobrar; por eso de que tenía un contrato de aprendiz aunque realizase trabajos de oficial.

El lujo es que tu marido salga de casa a las cinco de la mañana para ir a trabajar a mil y pico grados de calor, a una fábrica que echó a casi doscientos trabajadores a la calle.

El lujo es poder sentarte al ordenador a escribir tus propias historias. Esas que hablan de gente tan normal como tú, que no gozan de poderes especiales ni tienen un rasgo a destacar. Eso también es un lujo.

Imprimirlos un día, después de darles mil vueltas y tenerlos tan mareados como tú lo estás. Encuadernarlos en la encuadernadora que tu hijo te regaló, y enviarlos a concursar. porque lo único que no se consigue es lo que no se intenta.

Ese mismo que te repite una y otra vez que tantas horas de esfuerzo no te valen de nada, porque en literatura está todo comprado, que mejor estabas limpiando la casa. Porque ese es tu trabajo, aunque creas que es otro diferente.
Ser tan realista es un lujo también.

O como lo es mi hija, que me advierte cada dos por tres que mis archivos de word están "petando" el ordenador y que un día los va a tirar, porque son historias estúpidas recargadas de palabras que ni siquiera existen.

Es un lujo rodearse de hijos más sensatos que tú. Cuya lucidez te deja sin palabras y te hace sentir ese orgullo de que ellos saben distinguir perfectamente entre un sueño y una realidad.Algo que tú no puedes haberles enseñado porque tu mismo jamás lo aprenderás.

Es un lujo también que tu marido, ahora que sabe que te presentaste a un concurso literario de 50.000 euros de premio. Te mire con esos ojos, no de amor, si no de una mezcla indefinida entre el odio o el asombro. Ese es un lujo que no toda mujer se puede permitir.

Es un lujo respirar, también lo es, llenarte los pulmones de aire para poder seguir adelante con tu propia locura; esa que bien medida te procura libertad.

Detenerte un instante para mirar a tu alrededor y asombrarte de que mientras en la calle llueve sin cesar, se escucha la música en tu teclado, esa música que te hace tan feliz porque te invita a soñar con todo lo que no está. El sol, las nubes, el cielo infinito y todo aquello que sabes describir:

El sabor de un beso, el valor de un te quiero, la fuerza de un sueño por cumplir, el esfuerzo del trabajo, el bienestar de la honestidad,el calor de tus hijos, el amparo de tu familia, la amistad de un buen amigo, el apoyo de quienes sin estar, se nos han quedado adheridos a la piel porque un día fueron nuestros y los on, aunque ahora pueblen supuestamente el infinito gélido de un cementerio. No, no están allí, están contigo porque te pertenecen aunque la muerte repita que te los ha arrebatado. Es un lujo sentirlos vivos también.

Podría estar tecleando hasta mañana, pero tengo que despertar los sueños de una adolescente, que ha de tomar el autobús para ir en busca de su futuro.

Eso es un lujo también, besar una mejilla recién despertada de su propio sueño, abrazarla y escucharla protestar que vas a asfixiarla. Haces ahora lo que sabes que algún día no harás. Cuando siga su propio vuelo te quedará este ahora,y lo disfrutarás.

Hay mil lujos para quienes no podemos comprar caviar.Lujos que nos da la vida por el hecho de estar en ella, y son lujos incomparables. ¿Verdad que sí?