Médula de alegría

| domingo, 1 de marzo de 2009 | 12:07

La ferocidad doméstica de la clase media, el sexo y la muerte en tanto que enigmas para el animal racional, la existencia social como sacrificio, los placeres y recompensas inesperados, la corrupción como una especie de evolución: estos son algunos de los temas. He intentado alcanzar la objetividad a través y en forma de narrativa. Mi obra es meditación, no pontificación... Considero mis libros no como sermones o directivas en una guerra de ideas, sino como objetos de diferentes formas y texturas y dotados del misterio de todo lo que existe. Cuando era niño, mi primer pensamiento sobre el arte fue que el artista traía al mundo algo que no existía antes y que lo hacía sin destruir nada. Una especie de refutación de la teoría de la conservación de la materia. Esa sigue siendo su magia central, su médula de alegría.
UPDIKE

4 comentarios:

LBO2 dijo...

La clase media no debería estar inmersa en un ámbito doméstico feroz (¿estoy pontificando?, probablemente). Para el animal racional que ha decidido adoptar algún credo o creencia que lo ayude a definirse como ser humano (no sólo animal, aunque sea racional) el sexo y la muerte no son enigmas. (No digo que quien no adopte un credo, no sea humano, ¡líbreme Dios de afirmar tal cosa!). El primero (el sexo) debería ser (de nuevo pontifico) la sublime expresión corporal del sentimiento más puro y limpio que puede darse entre un hombre y una mujer (¿o entre dos hombres? ¿dos mujeres? ¿y más de dos....? pasa a ser otra cosa, esto último, pontificaría yo). El segundo, la muerte, no es más que el precio que pagamos por vivir. El único precio. ¿Acaso hay algo gratis en este mundo?.

Los placeres y recompensas, aunque sean inesperados, seguro que son merecidos, al menos para las personas de bien, que sólo desean hacer el bien, a sí mismos, en primer lugar, y a los demás, por añadidura. La corrupción nunca debería ser entendida (pontifico de nuevo) ni aceptada, como una evolución, si se encuentran mecanismos de evolución alternativos. Tus temas han de ser (pontifico) los que tú quieras que sean; tu obra, lo que tú desees (meditación mejor que pontificación, ¡imposible discrepar!). Con tu obra habrás de dar (pontifico) forma a tus deseos, porque como bien dices: “en la vida, o das forma a tus deseos o acabas devorado por ellos”. En tu caso, para esto último, quizás se tarde un rato largo....

Un libro no ha de ser (pontifico) un sermón. Suele ser el reflejo de lo que el escritor es, en buena medida. De lo que sé de literatura (poco) me queda claro que gran parte de las obras, o en una parte más o menos importante de ellas, son autobiográficas. Y si están teñidas del misterio que representa la vida, y todo lo que en ella hay, mejor que mejor (pontifico).

Cuando era niña, mi madre, “que siempre ha estado”, decidió que mi arte sería la música. Y a una tierna edad, casi la de los niños prodigio (aunque ni fui “niña prodigio” ni soy un “prodigio de mujer”), me matriculó en un Conservatorio en el que pasé mi infancia y mi juventud, tratando de dar forma al primer sueño de mi vida: ser una gran pianista y terminé mi primera carrera a los 15 años. Por tu web pulula la frase de que “un hombre es lo que intenta, no lo que consigue”. Si se pudiera trasladar a la mujer, que creo que sí en este caso (vivimos en tiempos de confusión de la “igualdad” que por momentos me llevan al hastío – creo en la igualdad de derechos y obligaciones, no en la igualdad de sexos – que ni son ni deben ser iguales – pontifico – ¡¡menudo rollo si así fuera!!), esta mujer trató de ser una buena pianista, pero no lo consiguió.........En cualquier caso, siempre concibió el arte, su arte, de la misma manera que tú lo entiendes: como traer al mundo, en mi caso, a los oídos del que escucha, algo nuevo, una nueva versión de algo ya conocido, o tal vez, de algo recientemente creado. Esa es y debe ser (pontifico) la magia del arte. Destruir, ¡jamás!.

Mis obligaciones hoy día son otras (no vocacionales, desafortunadamente, aunque me gusta bastante; tengo suerte, aunque no tanta como el que ejerce su verdadera vocación que ojalá sea tu caso – es la mejor situación laboral -pontifico). Sin embargo, un día a la semana, el día de descanso dominical, me vuelvo a sentir artista, a sentir lo que intenté y no conseguí (al nivel que yo me exigía) – ser músico-. Porque las mujeres somos también músico. La música sólo es UNA. Ella. El arte. Y me siento músico, con mi piano (o similar) y mi voz, en los intervalos de descanso del que pontifica, una ¿verdad? que sobrevive desde hace más de 2.000 años. Y que a algunos, al igual que los sueños, nos ayuda a vivir, no sólo como seres racionales, sino como seres humanos. Y ser músico, una vez por semana, es mi médula de alegría.

Y el resto de la semana abandono el arte, en buena parte, y me dedico a pontificar, o como decimos en el gremio “a predicar”. “¿Adónde vas?”, me pregunta un compañero. Pues a “predicar de 10 a 12 horas”. A predicar la verdad que toque, de la índole que sea.....Vivo predicando o pontificando, que no sé si es lo mismo....

Un artista del bisturí, cuando yo tenía 21 años, me puso un par de barras de metal a ambos lados de la médula espinal, y me dejó un cicatriz de 40 centímetros de longitud a lo largo de la espalda, que nunca, nunca, me ha quitado la alegría. La de vivir ¡jamás!.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

En fin, después de leer las dos entradas que has hecho me felicito sinceramente de tenerte como lectora: con gente como tú sube tanto el listón de este blog que ni la campeona de pértiga rusa podría arañar centímetros de más. Muchas gracias por el tiempo.

LBO2 dijo...

Es de bien nacidos ser agradecidos. “Te agradezco que me agradezcas” el tiempo, pero la generosidad humana o, al menos, la de esta lectora, es limitada, aunque no inexistente por supuesto. Soy una persona generosa (¡qué narices! ¿porqué negarlo?), pero también hago las cosas por y para mí misma. El tiempo es un recurso escaso; y el mío, vuela últimamente. Aún así, estoy dispuesta a pararme un ratito, si encuentro algo que me motive a hacerlo: SER FELIZ. (Tengo la misma motivación para pararme o para avanzar, según toque). Me hace feliz leer la opinión o los escritos de alguien con la cabeza bien amueblada, que despierta en mí el deseo de opinar o responder a ellos de algún modo, suponiendo que yo tuviera en mi cabeza los suficientes muebles para hacer tal cosa. Atrevimiento, no me falta, parece ser. O confianza en mí misma, según se mire. Es lo que mi madre trató de inculcarme siempre, precisamente porque me veía crecer con poca confianza en mi persona…

En cualquier caso, no me considero yo capaz de elevar el nivel de nada. Tampoco de tu blog. Si piensas que así es, te lo agradezco. Y no vuelvas a agradecerme el tiempo que te dedico. Todo lo que te dedico a ti, en el fondo, en el fondo, lo hago por mí. ¿O qué te creías?.....

Begoña Argallo dijo...

Felicito al niño que eras, porque no leí una definición del arte mejor. Aportar al mundo algo que no existía sin destruir. Sencillamente genial. Porque creo que el arte es eso y quien dedica su tiempo a él es un curandero dispuesto a sanar lo que otros han dañado.