| lunes, 28 de abril de 2008 | 12:06


CÍRCULOS
La historia sucede una primera vez como tragedia y luego se repite como farsa.
CARLOS MARX.
En su novela Koba, Martin Amis cuenta cómo en 1919 se abrieron en la URSS los sepulcros de santos medievales para analizar científicamente sus cadáveres, supuestamente incorruptos según la iglesia, y pretender asestar así un golpe de gracia a la religión, promulgando al tiempo una orden por la cual el culto a los muertos y a las imágenes de los santos -muñecos, los llamaban- debía terminarse.
Cinco años más tarde, esta orden deja de aplicarse a raíz de la enfermedad terminal de Lenin, se importa un potente frigorífico de Alemania, y un grupo de técnicos -la comisión de la inmortalidad- empieza a trabajar sobre su cuerpo, se le declararía incorrupto y se le consagraría como icono con su iglesia propia: el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja.