| jueves, 21 de febrero de 2008 | 11:30



MEJOR IMPOSIBLE -artículo de Raúl del Pozo en El Mundo-.

En los últimos años me he tragado cientos de mítines. Siempre la misma misa: banderas de plástico, ciudadanos-claqué, gradas repletas de tripulantes de autobús, un chapuzón musical para anunciar al líder con apoteosis final, como Celia Gámez, rodeada de los boys del aparato. Todo esto nació en Nuremberg o Moscú, así que no puede decirse que la ópera de las masas sea un invento del fascismo. La tramoya se levantó lo mismo en la Plaza de San Pedro que en la Plaza Roja. Ahora la opereta incorpora vídeos gigantes, confetis, vocalistas y hasta acróbatas y clowns.

Mariano vende miedo. ZP, humo. Mariano llega con el séptimo sello. ZP ha convertido las angulas del felipismo en los gusanos de la memoria histórica y ha buscado la nueva frontera de unas libertades que superan a las de los holandeses; en la precampaña ha convertido sus cejas en una octavilla para vender humo. Dice como Obama: siento el cambio en el aire; agita a los chorbos, a los extremistas violeta y a la izquierda caviar después de decapitar a los disidentes y de deshuesar la socialdemocracia, modernizándola. Los dos utilizan las mismas plazas de toros y pabellones deportivos, siguiendo una moda que inició Carrillo. La política es un espectáculo desde que Napoleón redactó en medio de la estepa rusa el reglamento de la Comedia Francesa.

Sin líder no hay trofeo. He ahí Andalucía, Chaves podría perder la mayoría absoluta si la participación, como teme Rubalcaba, bajara del 70% porque Arenas sacaría 8 diputados más, el PA desaparecería e IU ganaría un diputado. Así que Andalucía espera el advenimiento de ZP que, como la Macarena, provoca chispas de entusiasmo. Obtuvo en las últimas elecciones 300.000 votos más que Chaves. Seguimos bailando en las botas de Nikita porque las elecciones democráticas recuperan el culto a la personalidad. Para Mussolini la masa es la gran hembra; para Mao, que poseía cocinero propio, las masas tienen un poder ilimitado. Aunque el culto a la personalidad no nació el siglo pasado, sino 46 años antes de Jesucristo. Si estamos sometidos -se dice en Julio César-, Bruto, la culpa no está en nuestra estrella, sino en nosotros mismos. Hoy el culto es tibio, de diseño, de refresco. Se basa, como siempre, en la adoración. Seguimos siendo fetichistas, nos siguen gustando los zapatos de tacón y los líderes carismáticos.

Mariano Rajoy es buen dialéctico, brillante, prudente. Le dio un buen repaso a Gabilondo en Cuatro, pero la derecha española no tiene quien le cante. Denzel Washington y de Niro apoyaron a Obama; Jack NIcholson a Hillary. A ZP le aclaman los artistas españoles, que llenarían Las Ventas. Mejor imposible. A Mariano no le canta ni Julio Iglesias. Pizarro, que parecía un buen fichaje, resultó un voceras; como creyente, el turolense debería saber que el Espíritu Santo dice que es de necios hablar mucho, sobre todo el que se dedica a la política.


1 comentarios:

Mr. Kent dijo...

A ustedes, poderosos editores y escritores consagrados, les pido que me ayuden a ser parte del establishment. Deseo vivir sin pegar un palo al agua. Levantarme a las diez de la mañana, tomar mi zumo de naranja recién exprimido y unas tostadas con aceite. Luego darme un baño en la playa, pasear con mis perros, hacer el amor con mi mujer, y alrededor de las doce del mediodía, escribir dos cuartillas. Luego degustar el aperitivo, tener una conversación amena con mis amigos, seguido de un almuerzo gourmet. Después, como es lógico, para reparar fuerzas, una pequeña siesta. Y a eso de las cuatro de la tarde, cuando la inspiración está en su máximo, escribir otras dos cuartillas. A las siete de la tarde, salir a dar un paseo, tomar mi copa de vino habitual, cenar y sostener una pequeña tertulia con mi vecino alemán. Finalmente, a partir de las diez de la noche, silencio, y retomar la escritura hasta las dos de la madrugada.
Como resultado: seis cuartillas perfectamente digeridas y listas para ser vendidas.
Ya veis, todo está planificado, solo me hace falta un editor. Gracias, cordialmente.
Mr. Kent