| miércoles, 14 de noviembre de 2007 | 0:37




VICIOS CONFESABLES I



Bach. Todas las noches pongo a Bach, de madrugada, y tengo esa sensación de que todas las ideas y todas las historias están ahí sólo para ti, mientras el mundo duerme. Bach es lo más cerca de la religión que estaré nunca.



Unas botellas de Taittinger, entre amigos, conversando mientras el alcohol mezcla luz y aire en proporciones exóticas, y, a veces, hace que la muerte funcione matemáticamente y muestre lo que oculta la verdad.



La tortilla que hace mi madre, poco hecha por dentro, maravillosa, con ese sabor que sólo logran las personas que nunca te dan consejos pero mantienen tensa la red para cuando caigas.



El síndrome de la princesa durmiente, ese resplandor especial que tienen las mujeres al amanecer, cuando aún están dormidas, con los labios semiabiertos, y que te hace vigilarlas como si quisieras ahuyentar la muerte de ellas, y que se apaga cuando despiertan.


Ese poema de Borges:


Yo

que tantos hombres he sido

no he sido nunca

aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach.



Florencia: Pico de la Mirandola, Fizino, Poliziano, el gran Lorenzo, Villa Careggi, la Academia, Santa Maria di Fiore, Maquiavelo, Cellini, Miguel Ángel... Porque en la vida o se es veneciano o se es florentino, y yo soy florentino hasta la empuñadura.

2 comentarios:

Fernando Alcalá dijo...

He aquí un Veneciano. No puedo evitarlo, por mucho que me gustara Florencia, Venecia me enamoró. Ese atardecer...

pushkina dijo...

Bonito. Me prestas tus vicios? Menos el de la princesa durmiente. Sobraria.