¿Saben por qué
defiendo la máxima dureza legal con los sinvergüenzas que han saqueado la
cámara del tesoro público? Por una cuestión de consecuencias. Sí, una cadena la causa-consecuencia que parece no haber calado bien en el ideario público. Cuando
Urdangarín hace de las suyas -con la connivencia real por acción y omisión-,
cuando los Correa y demás esbirros se bañan en oro, cuando los Pujol permanecen
intocables e impunes, cuando Granados no suelta prenda sobre dónde está la
plata, cuando Rato no ha ingresado aún en la trena, cuando los Ere son
regalados a discreción, etc, etc, etc… cuando sucede todo esto hay
consecuencias para todos y cada uno de nosotros. Cuando se produce el blanqueo,
la falsedad de documentos, la estafa pública, el cohecho, la malversación, el
fraude, el tráfico de influencias, la extorsión, la prevaricación, la
cooperación necesaria…. hay consecuencias en el día a día de cada ciudadano.
Todos esos millones que son robados de nuestros bolsillos provoca que la
educación pública se vaya al carajo y nuestros hijos tengan que estudiar en
pabellones prefabricados; que cuando se pide una simple endoscopia se tenga que
esperan dos meses, no digo ya una operación grave -con el consiguiente aumento
de los seguros privados, uno de los grandes fracasos de nuestra sociedad-; que
la gente sea desahuciada sin cortapisas; que no haya suficientes policías en la
calle; que la recogida de basuras sea ineficaz; que las pensiones no sean
sostenibles; que se exija el copago de medicamentos; que se privatice y
externalice a mansalva… A toda esta rapiña y depredación se le une una especie
de escarnio, desprecio y cachondeo por parte de los culpables, que parecen
estar seguros de que la prueba es “a contrario”, o sea que somos los ciudadanos lo
que tenemos que demostrar que nosotros no somos los culpables. Las
consecuencias de la expoliación y la piratería no son entes metafísicos, solo
tienen que pensar en ello cuando vea una bolsa de basura tirada en la calle,
derramando toda su mierda y hedor; cuando pida una resonancia magnética en la
sanidad pública y por urgencia tenga que pagar los 400 euros que cuesta hacerlo
por lo privado; cuando su hijo llegue de clase y le diga que tienen goteras;
cuando vaya a sacar dinero y el cajero le perdone la vida diciéndole que no le
cobra nada por extraer su “propio” dinero; cuando no pueda desarrollar una
empresa porque hay regulación disuasoria; cuando descubra cierto grado de
punición en su fiscalidad. Entretanto, un señor sacaba de un cajero 3000 euros
en menos de diez minutos con una tarjeta que dicen black. Ahora bien, ya saben
ustedes que el cajero no le cobró nada por el servicio. Todo un alivio.
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