La salud dental no es cara, es carísima. Y como toda salud resulta cardinal. A ello se le añade el componente estético, con todas las cortapisas sociales que produce una boca en mal estado. El cuidado de los dientes no entra dentro de las prestaciones de la seguridad social -salvo empastes infantiles y extracción de muelas-, por lo que pasa directamente al bolsillo del ciudadano. Las facturas por arreglos sensatos son altas, pero lo que me ha escandalizado últimamente son las insensatas. Se supone que el dentista es un médico, y como tal sujeto a un juramento hipocrático -aunque me cuentan que un estomatólogo y un odontólogo no son lo mismo-, y en todo caso debería tener un responsabilidad ética respecto a la salud del paciente. Estoy seguro de que la mayoría de profesionales son serios, pero ha proliferado una plaga de dentistas que solo están sujetos a las demandas del mercado sin atención alguna a las posibles consecuencias sanitarias. Un caso: un cliente con una simple gingivitis que se cura con una cirugía periodontal -pongamos 500 euros-, se transforma ante la mirada espantada y teatral del dentista en una extracción del diente y sustitución por un implante de tornillo injerto de hueso mediante -3000 euros-, una intervención quirúrgica que se alargará seis meses con todos los riesgos e incomodidades que eso supone para el paciente. Es solo una muestra. A esto añádanle los constantes diagnósticos para ir sumando ceros a las facturas, que si una muela pocha por aquí, que si un anclaje mírame y no me toques por allá, y ya tenemos la versión más perversa del enfermo imaginario. Yo me pregunto qué tipo de personas pueden jugar con la salud de los ciudadanos de esta manera. La presión del mercado, la competencia, la simple avaricia... ¿Debería el Estado empezar a plantearse meter mano en este asunto? En todo caso recomiendo que ante ciertos desvaríos de dentistas privados se pida siempre opinión a dos o tres más, y si no se convencen ir a un “sacamuelas” de la Seguridad Social y pedir un cuarto diagnóstico. Ellos cobran un sueldo fijo y no tienen en la cabeza hacer un estropicio para pagarse las vacaciones familiares.
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