Trump no es la enfermedad, es el síntoma. Tras la ironía de Frank Underwood, el presidente ficticio de House of Cards, “la democracia está sobrevalorada“, subyace una pregunta mucho más inquietante: ¿Cómo ha llegado este huevo de serpiente hasta el Despacho Oval? En vez de desgañitarnos contra los populismos, hay que hacer autocrítica. Las políticas neoliberales que han laminado la clase media y el hastío que esto ha provocado entre la población; la dinámica de los media, que prioriza las noticias virales sin contrastar y en los que la mentira es el nuevo marco de la realidad. Si eres un señor de Luisiana -o de cualquier otro lugar del mundo- que necesita tres empleos para poder llegar a fin de mes, no puedes afrontar las coberturas médicas y estás continuamente bombardeado por mensajes falsos, es normal que veas a un inmigrante no solo como competencia, sino como un peligro que te puede arrebatar lo poco que tienes. Añádase a esto la despreocupación por solventar los conflictos internacionales hasta que estos no están picando a tu puerta, y en este caso a tus playas. Evidentemente no podemos minusvalorar el peligro que entraña Trump y el ejemplo público que está dando a las nuevas generaciones, cada uno puede imaginarse el mensaje que proyecta. Pero tampoco nosotros, los “virtuosos”, estamos libres de culpa. Es el momento de que Europa se plantee levantar el “muro de escudos”, que dicen en la serie Vikings, y empiece a lavar su propia colada sin tener que depender del detergente americano. Siempre he dicho que hasta que la Unión Europa no disponga de una política exterior común, con portaaviones en todos los mares, no pintaremos nada en el planeta. Y más ahora que los ingleses están viendo la oportunidad de fortalecer sus lazos -aún más- allende los mares. El caso Trump, aunque sus políticas queden morigeradas por la realpolitik y su “check and balance”, marca un antes y un después en el devenir no solo americano, sino mundial. Fukuyama aseguró en su momento que la Historia se había detenido, pero a mí me parece que este muerto está muy vivo, y tiene un Colt en la mano.
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1 comentarios:
Coincido contigo en que Trump no es la enfermedad en si mismo, sino tan sólo un síntoma.
Hasta hace unos dias, me asombraba que aquí, un partido con decenas de casos de corrupción y sumarios abiertos en juzgados de toda la geografía siga cosechando los suficientes votos como para formar gobiernos.
Pero ya veo que el mal de la política entendida como "forofismo" futbolero no solo es patrimonio de celtiberia. Aquí no se vota "a favor de", sino "en contra de".
Y no es otra cosa que lo que ha sucedido en USA. Unos, han votado en contra del "sistema" por un extraño ajeno a los clanes políticos tradicionales. Otros, han votado a favor de un tipo que a su juicio dice lo que piensa en voz alta y clara, y que comparten también sus barbaridades,
Y en nuestra plácida Europa, Los Farage, Le Pen y gentuza fascista, clasista, racista y de rancio nacionalismo ganan votos.
Tenemos muchas similitudes con el perfíl político yanki.
No se muy bien si es como una sarampión que debemos sufrir para inmunizarnos contra toda esa basura, o bién es el preludio de tiempos oscuros.
Malos tiempos para el raciocinio.
Un abrazo.
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