Rolling the Empire: Gotham

| martes, 9 de octubre de 2012 | 19:48


A veces, entrar en Gotham puede ser más pesado que cuidar a un tamagotchi, debido a los atascos en los aeropuertos y a la capacidad prodigiosa que tienen algunos funcionarios de aduanas para ponerte de mala hostia. Además los precios en la ciudad se han disparado. No obstante, la recompensa lo merece. Porque en Gotham se recaudan toneladas de imágenes y sensaciones, porque una vez que estás dentro, you will never leave. La deliciosa comida india del Saravanaa Bhavan, en el cual nunca más se te ocurrirá decir las palabras “spicy, please”. El determinismo histórico que planta la embajada china justo frente al Intrepid, el portaaviones-museo de la segunda guerra, en la 46 con la 12. Los sopletes destellando en la noche mientras elevan otra planta más en la Zona Cero. La delicadeza de los espacios en el museo de Isamu Noguchi. El ejemplo de superación de aquella chica sin manos en el campus de la NYU. Vislumbrar los espectros que mueven los visillos del Chelsea Hotel, Thomas Wolfe, Brendan Beham, Arthur Miller, Arthur C. Clarke, Tenessee Williams… Las marujas japonesas con sus cámaras aterrorizando a la NYPD frente al edificio de la ONU. Pasar un Oktoberfest metido en un garito de Harlem, rodeado de negros -perdón, afroamericanos- vestidos con Lederhosen, y negras llevando el Dirndl, los trajes tradicionales bávaros, mientras el blanco flipaba. Ver pasar la caravana oficial de Obama mientras los pretorianos vigilaban las ventanillas con armas automáticas. Un dry-martini en el Waldorf, que te transporta en el tiempo. Los bares de karaoke de Hell,s Kitchen, en los que acaban cantando portentosamente los secundarios de Broadway. La perspectiva de los tres puentes desde el Sea Port, Brooklyn, Washington, Williamsburg…




3 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Una delicada niña de parvulario me dejaba su tamagotchi para cuidar y la verdad que era delicado. Algunos son tan débiles de fabricación como baratos en precio, porque se dice que no son falsos. Tan falsos que se morían uno tras otro y la niña de parvulario, harta de tantas muertes consecutivas, no quiso más.

Viajar da lugar a sorpresas a las que uno no está acostumbrado, siempre se vuelve renovado de un viaje; sabiendo más.
Saludos

Begoña Argallo dijo...

Bien, es curioso como siempre se debe repasar lo que se escribe, porque de camino al teclado a veces los pensamientos traicionan.

...la verdad que era debiluchos

...porque se dice que son falsos

Nota: no es que mejore mucho, pero era eso.
Saludos de nuevo

Rodericus dijo...

Muchacho, ¡¡ es que eso que pisas es la moderna Babilonia, con sus templos del bién y del mal !!.

¿ Así que Hell´s Kitchen ha acabado "civilizándose"?. Vaya.

Lo que explicas del las japonesas con cámara y los hombres de azul, me recuerda a un pariente mio, guardia civil. Hacer vigilancias en el aeropuerto de El Prat, acababa con su paciencia. Por aquella época, todavía lucían el tricornio, y cada vez que aterrizaba allí un grupo de japoneses con cámara, tenia asegurada una sesión de "posado" entre murmullos de "torero, toreador" pronunciados por los japoneses.

Un abrazo.