Milagros cotidianos

| lunes, 26 de enero de 2009 | 12:34

He estado unos días en el dique seco debido a una operación de miopía. Diez minutos de láser y se acabó la impedimenta de lentillas y gafas. Un verdadero milagro, rápido e indoloro. Quien esté dudando aún, le recomiendo que pida cita inmediatamente. Ver el mundo con nuevos ojos no tiene precio. No obstante, lo mío era peccata minuta comparado con otra paciente con la que coincidí. Era una brasileña de más o menos mi edad, que tenía una miopía de 12 dioptrías desde los ocho meses de vida. Es decir, prácticamente ciega desde que nació. Habíamos estado hablando minutos antes de su operación, y cuando salió de la misma lo hizo con una expresión de asombro como no he sido testigo en mi vida. Su rostro iluminaba la sala de espera. Su sonrisa había devenido indeleble. Estaba tan contenta que casi no podía ni hablar. Cuando logró decirme con estupefacción que me veía y a continuación sacó unas gafas de culo de botella que más bien parecían de culo de dos botellas, comprendí. Casi me las regala, pero yo le aconsejé que las guardase como recuerdo de lo que fue, para que nunca deje de comparar. Aunque supongo que lo hará cada mañana de aquí hasta que sea su último día.

En fin, después de este milagro, experimenté el mío particular al leer un periódico con mis nuevo ojos de vampiro, como le decía Lestat-Cruise a Brad Pitt. Y después me acordé de los cabrones integristas de toda laya y condición que están en contra de cualquier avance de la medicina -de cualquier avance en general-, tocando de continuo las pelotas. Mentalmente los mandé al carajo una vez más y continué leyendo la sección de deportes. El Madrid de baloncesto me da alegrías de vez en cuando, del otro ni hablamos...


3 comentarios:

Santiago Bertault dijo...

En baloncesto igual ganamos algo, de lo otro lo que tu dices mejor ni hablar.
Felicidades por abandonar pues las gafas de intelectual.
Saludos

Anónimo dijo...

Acabo de descubrir tu blog y a tí, pensé hacerme esta operación pero mis experiencias ajenas no me la aconsejan, aunque seguro que tú no tendrás esos problemas de cornea que a veces aparecen.
Por cierto, no amo y no estoy muerta...aún.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

El Madrid me trae por la calle de la amargura, Rémora, a más de uno habría que echarlo a la puta calle. En fin, es lo que hay...


Para anónimo, espero que la córnea no cornee demasiado, valga el chiste malo. Pero no me asustes, que me juego el instrumento de trabajo :) Y lo de amar siempre llega cuando menos te lo esperas, es un tópico, pero un tópico matemático. Abrazos.