Bruce Davidson

| domingo, 30 de octubre de 2016 | 9:39



Los consejos del diablo

| sábado, 22 de octubre de 2016 | 11:43

Decía Henry Kissinger -el diablo-, que la política no era tanto lograr la felicidad universal de la gente como encontrar las materias de interés común con el enemigo. El diablo, que lleva aquí desde que se encendió la primera estrella, algo tiene que saber. La política a golpe de tweet y frasecitas hechas no es capaz de leer la complejidad del mundo que nos toca gobernar, la cintura ha de ser mucho más elástica para obtener resultados. De hecho, los políticos no están cosechando más que la siembra de conceptos simplistas que han hecho durante todos estos años, y que a la hora de la verdad ahorman su capacidad de movimiento como una camisa de fuerza. Ellos se ahorcan solos. A la espera de que Errejón consume una nueva vía que morigere los excesos bolcheviques de su jefe -yo creí que Iglesias era más listo, la verdad-, el PP y el PSOE, con la alacridad de Ciudadanos, tendrían que devolver a las palabras su capacidad para hacer política real y efectiva, que no efectista. Descender al barro, donde las redes digitales no funcionan, y ponerse a recomponer el estado de bienestar y a rectificar la desigualdad social que nos abruma. Recuerden que los estudiantes hacen manifestaciones, pero los pobres hacen revoluciones. Por otro lado, continúa asombrándome la falta de redaños a la hora de que esas misma palabras no signifiquen lo que deben para enfrentarse al desafío secesionista. Conceptos como multa, inhabilitación o cárcel deberían de utilizarse con vigor ante los sucesivos chuleos a que nos tienen sometidos una camarilla de gente que actúan como infantes, forzando los límites una y otra vez sin que nadie se decida a quitarse el guante de seda. El PP debe pasar por una purga interna para cortar los miembros gangrenados a base de demasiados años de impunidad; el PSOE ha de aclararse las ideas y volver a proponer las alternativas socialdemócratas que hace mucho desestimó; Ciudadanos tiene que perfeccionar su vocación de engrasante entre los intersticios de la realidad, las componendas, las alianzas; Podemos -o lo que venga- ha de templar esa línea anarcoide pero necesaria, porque al igual que en su momento el surrealismo y el dadaísmo, no servirá para crear una sociedad estable pero alimentará con sus sueños a una sociedad capitalista y burguesa tendente al quietismo. Pero, ante todo, debemos continuar juntos, una España sólida y en formación de tortuga, a la romana, para enfrentarnos a los desafíos que se nos caerán encima de la forma más inesperada. La Historia debe continuar, y el diablo, querámoslo o no, seguirá a nuestro lado.  

Soles negros se va a Buenos Aires

| domingo, 9 de octubre de 2016 | 9:53


Gracias a la concesión del premio BAN a mi novela Soles negros, del 10 al 16 de octubre estaré en Buenos Aires, Argentina. Nos vamos para allá.

One shot

| martes, 4 de octubre de 2016 | 9:59

Daba mucha grima ver a Michael Cimino en sus últimos días, con ese aspecto de muñeco diabólico -o muñeca, ya que se había cambiado de sexo-, un poco en la línea mesiánica de Camilo Sesto. Un tipo excesivo y perfeccionista en su trabajo -que se lo digan a los actores de “La Puerta del Cielo“-, que finalmente se dejó desbordar por el daimon chiflado que todos los creadores llevamos dentro. Ya apuntaba formas al terminar el montaje de dicha peli, cuando los productores le rogaron que recortase las 5 horas y 25 minutos que duraba la primera versión, y él respondió: “Como mucho puedo quitar 15 minutos”.  En aquel tiempo, pasarse con la farlopa y el presupuesto era una cuestión de honor -léase el ensayo “Moteros tranquilos, toros salvajes“, de Peter Biskind-. Excentricidades apartes, este señor fue el autor de “Manhattan Sur“, cuando Mikey Rourke era todavía el übermenschen que todos queríamos ser, lío con Kim Basinger incluido. Una película visceral, sin concesiones, con Oliver Stone escribiendo el guión mano a mano con Cimino, y que probablemente sea la mejor actuación de Rourke en toda su santa y desmadrada vida. Pero yo de lo que quería hablar hoy es de “El cazador”, por eso el artículo se podría titular también “The Deer Hunter”. Porque estoy enamorado de ella, porque el cine ya no se hace así, y porque yo también hubiera querido salvar a Christopher Walken en la ruleta rusa final. “Yo te quiero“, le dice deNiro abrazándole desmoralizado, yo te quiero, y en esas pocas palabras condensa todo lo que hay de válido y bueno en la condición humana. Todo es un inmenso y conmovedor canto a la amistad, desde la primera parte de la película donde Cimino se permite una boda que consume minutos y más minutos, ampliando el tiempo y el espacio en un réquiem provinciano por los cuatro amigos, hasta la segunda en Vietnam, poderosa y terrible, lírica y atormentada. En la primera parte, dentro de la alegría y las risas se halla un corazón de melancolía, en la segunda, en medio de la tensión psíquica y la violencia se respira la compasión, el amor, la franqueza, los lazos instintivos, la amistad sin condiciones, viril, vedada e incomprensible para las mujeres. DeNiro está contenido, y resulta uno de los grandes papeles de su vida, Walken expresa como nunca el dolor de la tensión psíquica, del desfondamiento moral. Un disparo, dicen, solo un disparo, tanto para derribar a un ciervo como para acabar con un hombre. Un solo disparo.