La antorcha cuántica

| sábado, 31 de enero de 2015 | 13:05

Dicen los que saben que la filosofía hace mucho que ha quedado rezagada en su afán por explicar la realidad, y que son las ciencias, genética, biotecnología, matemática… las que han recogido la mortecina antorcha para seguir el avance epistemológico. Una de las más sugerentes es la Física, una rama en la que hasta los términos utilizados para describir fenómenos o estados de la materia difíciles de comprender para los profanos, resultan atractivos. Materia oscura, principio de incertidumbre, quark… entre todos, la disciplina cuántica exige del espectador un esfuerzo de concentración tal, que va contra el sentido común, la lógica o la mera intuición de la realidad cotidiana. La física newtoniana que rige a nivel de calle comienza a sufrir extrañas distorsiones a nivel subatómico; las ecuaciones lineales comienzan a delirar, obligando a cambiar el marco dialéctico donde la lógica determinista funciona, para inventarse otra en que la probabilidad es la nueva emperatriz. La cuántica nos susurra que una partícula no se encuentra en un solo sitio, sino que podría estar en muchos a la vez, en tu cocina, girando alrededor de Júpiter, enterrada bajo el hielo de la Antártida. La cuántica demuestra que el pasado o el futuro son indefinidos, que no hay un solo pasado o un solo futuro. La cuántica insinúa que si una partícula no toma un solo camino, sino todos los caminos posibles, y a la vez, extrapolándolo a lo macro, un individuo podría estar viviendo 500 vidas distintas a la vez, todas las posibilidades que se le puedan ocurrir. Tras ese velo de Isis, en ese crisol secreto donde las partículas elementales ejecutan sus bailes inmarcesibles, la certeza se derrite y se fraguan multiversos en los que usted podría estar casado con esa modelo inalcanzable o no se habría salvado de ese accidente por los pelos y estaría criando malvas, aunque también podría ser un organismo ni siquiera imaginable siguiendo unas leyes absolutamente diferentes de las que rigen las galaxias conocidas. La ciencia se ha alzado ya a la altura de la religión, proveyéndonos de tantas esperanzas como terrores. Todos los caminos están abiertos, amigos míos, nos pueden llevar a territorio de ángeles, o al atajo equivocado que tomó aquella nave en la película “Event Horizon”.

Historia verdadera de lo imposible

| domingo, 25 de enero de 2015 | 15:36

Si a día de hoy me preguntaran por cinco obras literarias imprescindibles, la “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” sería irrenunciable. Pocas veces he leído tan apasionadamente un libro, 1113 páginas escritas por el soldado y cronista Bernal Díaz del Castillo sobre la epopeya que vivió junto a Hernando Cortés y la particular “llegada a la Luna” de los españoles en México. Una historia tan increíble como colosal, en la que “hombres muy bastante” y siempre “apercibidos y con la muerte al ojo” acometen una aventura apabullante y de consecuencias universales. Aparte de los lugares comunes de buenos y malos, aquí todo resulta desmedido, una lucha contra la desmemoria de este prodigioso guerrero y amanuense que pone de vuelta y media todos los tópicos sobre la Conquista. Ni los conquistadores se hicieron obscenamente ricos -siempre el coco de la envidia y la burocracia-, ni fueron tan invencibles, ni los mexicas eran unos pobre indios deslumbrados por abalorios -eran un imperio muy sofisticado, pero también sanguinario con los pueblos subyugados además de caníbal-. Bernal nos cuenta la intrahistoria de una forma conmovedora y electrizante, sin ahorrarnos atrocidades y tropelías por ambos lados -esos gritos de los españoles capturados mientras son sacrificados, el sonido de los tambores-, pero también nos cuenta las esperanzas, situaciones disparatadamente jocosas -qué escena cuando en la cima del templo mayor de Tenochtitlán, rodeados por miles de guerreros, alguien le comenta al fraile que parece que los indios no está por la labor de construir iglesias-, la valentía y la intrepidez rayando siempre en la temeridad, la capacidad de adaptación, la resistencia, la pesadilla y el asombro continuo, el sonido viejo y exquisito del español antiguo -”llevamos la barba al hombro“, dicen cuando son perseguidos por hordas de guerreros águila y jaguar-, las traiciones continuas de los propios españoles, la codicia y la gloria,  la bizarría y la locura. Y todo sucede ante tus ojos, porque Bernal te obliga a ir con ellos, avanzar y luchar hombro con hombro, a ver lo que él ve, a pasar la misma hambre, trabajos y tormentas, a matar y a morir sin una queja. Olviden juicios a priori, y disfruten de la mayor historia jamás contada. 

Lily Allen Vs. Eladio y los Seres Queridos

| martes, 20 de enero de 2015 | 10:19

Our Time

Miss Europa

Calentones

| miércoles, 14 de enero de 2015 | 12:36

Ella le dice: ¿estás sano?, ¿tienes algo? Él le dice: no tengo nada, te lo prometo, siempre he tenido cuidado. Ella duda durante un instante, pero él insiste en que no corren peligro y que es mucho más divertido sin preservativo -ciertamente lo es-. Finalmente la excitación es demasiado intensa y ninguno se preocupa de desenfundar la goma -eso cuando la llevan-. Esta escena es habitual, y quien más quien menos nos hemos jugado la salud, y en algunos casos la vida, en algún calentón. Las causas pueden ser inocencia, desinformación, atracción por el riesgo, desconocimiento… Las últimas estadísticas indican que se le ha perdido el miedo al coco del VIH y ha descendido alarmantemente el uso de profilácticos con parejas de “aquí te pillo aquí te mato“. No creo que me puedan acusar de moralista o aguafiestas, pero si alguna vez se nos va la pinza -porque estas cosas pasan, da igual que se tenga pareja estable-, aparte de la posibilidad de infectarnos con el virus del sida, que es como tener una hipoteca sanitaria de por vida, o tener un embarazo, cuando menos, “milagroso”, si cantamos “bingo” corremos el riesgo de contraer una larga y variada lista de venéreas. A saber: revoltosas clamidias, que pueden regalarle una artritis reactiva crónica; hermosas y supurantes gonorreas, que harán del mero acto de orinar una experiencia inolvidable; la sífilis, que nos obsequia para empezar con sangrientos chancros -échenles un vistazo en fotos-; el engañoso herpes, que parece la maría de las venéreas, pero que si no se trata desarrolla úlceras, cegueras, queratitis o directamente cáncer; la tricomoniasis, que nos hará acordarnos de la madre que la parió por la quemazón que causa en vaginas y penes, aparte del mal olor… En fin, no quiero amargarles el día, la buena noticia es que casi todo se puede curar con un urólogo competente y un tratamiento adecuado, y que no por eso tiene que dejar de ayuntarse -cuanto más, mejor para la piel, el estado de ánimo y la vida en general-. Sin embargo, un preservativo no cuesta nada, y para colocarlo bien, no se necesita una ingeniería, a cambio, la tranquilidad de espíritu y la sangre limpia. Ya sé que no es lo mismo que al natural, pero en la vida no se puede tener todo.     

Sobre la felicidad

| miércoles, 7 de enero de 2015 | 12:59


"Reconocí la felicidad por el ruido que hizo al marcharse". 

                                                Jacques Prévert.

La recuperación según mi peluquero

| sábado, 3 de enero de 2015 | 10:07


Cada vez que albergo alguna duda existencial, acudo a mi oráculo privado: mi peluquero. Hola, Gerardo, ¿cómo estas, Ignacio? Esta vez me lo dejas corto por los lados y largo por arriba. ¿Ya no vas a dejar melena? Se me pasó la crisis de los cuarenta. Tienes otra a los cincuenta. Cuento con ella, oye, que dice Rajoy que se acabó la crisis, la de verdad, ¿qué se cuenta en la peluquería? Gerardo me pone música clásica, chasquea la tijera y empieza a cortar. Básicamente, que son unos atletas de la mentira, Ignacio, no se cansan, su desfachatez no tiene límites. Por eso la gente está cansada, ni siquiera hablan ya de mujeres, y eso, en una peluquería de tíos, es casi como un signo del fin del mundo. Además lo que noto es que si antes había un cliente en la silla y otros esperando, cuando sale el tema político, el que aguarda turno ahora mete la cuchara en la polémica, cuando antes evitaban los conflictos. La gente opina y no se corta, y tampoco ocultan sus problemas, la hipoteca, el trabajo, cuando habitualmente se maquillaba. Es muy indicativo. Está roto el contrato social, apostillo, y ni siquiera sacan lecciones de Churchill, que aseguraba que cuando la cosa está verdaderamente jodida, hay que decir la verdad al personal. Gerardo se lo piensa, me hace las patillas, mira, Ignacio, otra cosa curiosa es la desorientación de los clientes. Mis parroquianos de Venezuela andan acojonados con Podemos, yo les digo que estamos en otro marco político, pero eso no les consuela, y el resto de españoles empieza a verles las orejas, eso cuando no confunden a Pablo con Julio Iglesias; UPyD e Izquierda Unida han desaparecido de las conversaciones; nadie cree al PSOE y al PP, pero esto es como los yogures, te aferras a la marca conocida, y lo gracioso es que nadie se lee los programas y repiten como loros la propaganda oficial. Gerardo se queda pensativo: sí, abunda, la tele todavía tiene mucho peso. Es lo que hay, digo, mientras perfila los últimos retoques con una navaja. Pero sabes lo que de verdad me da pena, dice de repente Gerardo, lo triste es que la gente quiere creer en algo, de verdad lo desean, pero cada vez es más y más difícil. Se queda pensativo: sí, mucho, Ignacio, mucho.