A vivir que son dos días

| viernes, 30 de octubre de 2009 | 18:51

EL SÁBADO A LAS ONCE DE LA MAÑANA ESTARÉ EN EL PROGRAMA A VIVIR QUE SON DOS DÍAS, DE LA CADENA SER.





http://www.cadenaser.com/a-vivir-que-son-dos-dias/

Nyerere, Nyerere

| jueves, 29 de octubre de 2009 | 0:03


Que los cubanos las están pasando moradas, eso es un hecho, pero que también son unos cachondos y utilizan el humor contra los abusos, es otro hecho. Con todo lo tragicómico que resulta, hay un episodio que a mí me encanta. Cuando el fallecido dirigente africano Julius Nyerere se disponía a visitar Santiago de Cuba, el Partido Comunista había ordenado que se le recibiera como a un hermano y como a un héroe. El avión se retrasó cinco horas. Y los santiagueros, que esperaban bajo el sol, sin almuerzo y sin agua, le dieron la bienvenida con un toque de tambor y este estribillo: Nyerere, Nyerere, venimo a velte sin sabel quien ere...

Genios

| martes, 27 de octubre de 2009 | 0:01



He practicado 14 horas diarias durante 37 años y ahora me llaman genio...
Pablo Sarasate.

Johnny Cash en España

| domingo, 25 de octubre de 2009 | 17:37



No había leído a Manuel Vilas, pero entre otros libros que me envió mi editorial se hallaba este Aire Nuestro. Es un libro de cuentos, por mucho que se empeñe la contraportada en asegurar que es una novela, y efectivamente es un buen cuentista. Pero hay uno en especial que me pareció maravilloso: Johnny Cash viaja por España. Resulta tierno, inesperado, tiene gracia, es especial.

Bibliorretorno

| viernes, 23 de octubre de 2009 | 19:36



Si no siembras libros, cosecharás cadáveres. Recuerda. Recuerda. La historia de los libros está iluminada por las hogueras de los censores de Roma, anegada por las cenizas de la biblioteca de Alejandría, por los crímenes de los bibliocastas en Grecia, por los esfuerzos de los emperadores chinos por eliminar el pasado, por las obras paganas destruidas por los primeros cristianos, por el pavoroso saqueo mongol de Bagdad, cuando las aguas del Tigris bajaban alternativamente rojas por la sangre de los habitantes y negra por la tinta de los libros arrojados al río; por los libros musulmanes y judíos expurgados en España, por los códices quemados en México, por las piras del Santo Oficio, por la censura de la Inglaterra puritana, por el Holocausto nazi, por las llamas de Sarajevo... Si no siembras libros, cosecharás cadáveres. Recuerda. Recuerda.


Eso me susurraban los tomos de la biblioteca pública de Oviedo, me lo musitaban como una oración, con la misma cadencia, con la misma esperanza de que los escuchase, antes siquiera de saber que yo sería escritor, mucho antes de sufrir mis primeras y aplastantes derrotas en incipientes intentos.
Recuerda, me decían mientras acariciaba sus lomos llenos de polvo, azules, ocres, marrones, rojos, y mi mente quedaba grabada con sus párrafos al igual que en Bizancio marcaban la piel de los herejes con fragmentos de libros sagrados mediante hierro al rojo. Recuerda. Recuerda. Allí donde queman libros, luego quemarán a los hombres.
Y salía y entraba de aquella biblioteca en una historia cuyo comienzo no recuerdo y que tampoco tendrá ya un final. Ni siquiera cuando muera, porque mis libros seguirán existiendo para que le susurren a otro incauto atrapado en sus telas híbridas e impuras, recuerda, recuerda, donde no hay libros, no hay memoria.
Y otro imprudente, y otro más que quedarán atrapados después de él, que querrán escribir los libros que devoran, que desearán perderse en ellos, hasta el punto de la chifladura, de la insensatez, de la irracionalidad. Una forma de alegría sin explicación, sin rumbo, ciega maquinaria que nos rodeará de más libros, para leerlos o para recrearnos en la futura lectura, para mirarlos, para acariciarlos, para olerlos, para conservar hasta la muerte esa angustia por saber, por perdernos más profundamente en el inmenso, inabarcable océano de saber humano.

La política del corcho

| miércoles, 21 de octubre de 2009 | 0:01



A mediodía, comiendo con un amigo y hablando -cómo no- de la política y sus desmanes. En un momento dado, su gesto se dirime entre la resignación y el hastío, y por último decide que todo es una mierda.
-Nachín, a estas alturas la única política que me interesa es la del corcho. La única que practico.
Nachín -un servidor- se queda con cara de póker.
-¿Y esa cuál es?
-Fácil. ¿Has intentando alguna vez hundir uno...?

La clase

| sábado, 17 de octubre de 2009 | 13:21

Si hay algo que me fascina en la vida es la clase. Me refiero a ese algo, esa actitud, esa forma de ser que hace que una persona pueda caminar sobre el fuego sin chamuscarse, que no se despeine ni en medio del Katrina. No tiene nada que ver con la educación, ni con el dinero, ni con el estrato social, ni con la belleza, ni con la familia, ni con las prendas que lleves. Ni siquiera está relacionado con la seguridad en ti mismo. No se puede aprender, no se puede enseñar, no se puede fingir ni copiar.

No se compra, no se ostenta, no se hereda. Viene de fábrica, va de dentro hacia fuera, y creo que acaso está conectada con la dignidad y el honor, con la integridad y la coherencia, con la discreción y la prudencia, con dar y no con recibir. Aunque también hay excepciones, porque curiosamente un canalla puede tenerla. Tú puedes ilustrarte, desarrollar tu elegancia, estilo, modales e, incluso, ducharte todos los días, pero a lo mejor no tienes clase. Es algo que imana, que arrebata, en la sonrisa, en la forma de hablar, en cómo se camina, no se puede explicar. Los ejemplos clásicos son Paul Newman, Cary Grant, Sean Connery. Pero yo siempre pongo como modelo a Pierce Brosnan. Hay una escena de la película Matador en la que hace de asesino chungo y macarra, muy alejado de la imagen dandi de 007. En un momento de la cinta cruza el hall de un hotel de lujo en calzoncillos paqueteros, calzado con unas botas de cowboy horterísimas, con una panza de embarazado, un bote de cerveza en una mano y un puro en la otra. Un poema.

Y sin embargo: qué clase. Una de las rarezas de la clase es que, si de repente eres demasiado consciente de ella, la pierdes. Le ha pasado a George Clooney. Otra es que alguien con clase se mueve con la misma facilidad en una favela que en una recepción de una embajada, trata con igual amabilidad a un conserje que a un aristócrata. En el mundillo literario la he visto poco; últimamente, la he descubierto en Antonio Gómez Rufo, pero el señor que más me ha admirado es un escritor portugués, Almeida Faria.

Vaya por delante que no hay interés, es más, seguro que nunca leerá este artículo. Sencillamente me resulta fascinante comprobar su clase, una especie de energía que resplandece, a la que él no le da importancia y que sin embargo está ahí, delante de nosotros. Majestuosa.

Sí, la clase. No se mide, no es trascendente, no es consciente, no seduce, no grita, no es altiva. La clase jamás amenaza, pero tampoco deja nunca que la amenacen. La clase. En efecto, es muy agradable alguien con clase.

Bocatto di cardinale XXXII

| miércoles, 14 de octubre de 2009 | 0:17







Herzog en estado de gracia. Herzog herzogizando la Antártida. Una galería de personajes dignos de Doctor en Alaska. Belleza. Crueldad. Locura. Humor. Esta no es otra dichosa película de pingüinos...
















Es sencilla. Es delicada. Es la Bien Querida. Regáleselo a quien lo merezca.

FOXÁ

| domingo, 11 de octubre de 2009 | 22:56


Todas las revoluciones han tenido como lema una trilogía: libertad, igualdad, fraternidad lo fue de la Revolución Francesa; en mis años mozos yo me adherí a la trilogía falangista que hablaba de patria, pan y justicia. Ahora, instalado en mi madurez, proclamo otra: café, copa y puro. Un señor que respondió así en una entrevista de Ruano, es probable que se la traiga al pairo que una concejala del Ayuntamiento de Sevilla haya prohibido un homenaje en honor a su persona, aduciendo que podría convertirse en un acto de apología del franquismo. En fin, esa señora se define espléndidamente con su burrada. La calidad literaria de Agustín de Foxá, conde de Foxá, marqués de Armendáriz, abogado, diplomático, poeta, autor teatral, novelista, articulista, feo y adorador de la belleza, con sus ojos llenos de mucha noche y amigo de Curzio Malaparte, está por encima de esas pamemas y disparates, y es probable que conociendo su carácter cachondo y guasón suscribiera la propuesta.
Su obra Madrid de Corte a Checa, al margen de derivas ideológicas a veces inasumibles -al cabo, alguien gordo, aristócrata y diplomático no puede ser más que de derechas, como afirmaba-, es un monumento literario, un novelón, un documento esencial de una época dolorosísima. También fue un articulista glorioso, elegíaco, y desde luego nadie que lo haya leído podrá olvidar nunca aquel poema suyo: Y pensar que después que yo muera, aún surgirán mañanas luminosas… Orador, glotón, perezoso, desaliñado, taurófilo, viajero, madrileño de raíces catalanas, falangista y monárquico… Foxá también compuso con otros conjurados en los sótanos de La Ballena Alegre el himno de la Falange, Cara al sol, con música de Tellería, volverán banderas victoriosas, al paso alegre de la paz…
Foxá no cree en nada y cree en todo, es amigo de Serrano Súñer, el Darth Vader patrio, es un rostro en una postal antigua, es un romántico y un cínico, noble y maledicente, agrio, cursi, gamberro y enamorado. Fue un proscrito cultural junto con Pemán, García Serrano -grande, grande-, Sánchez Mazas, Rosales, Neville, Maeztu, Fernández Florez, Ridruejo, d´Ors… Y, a la postre, lo que va a quedar no son los intentos de ninguneo, los lapsus interesados, el sambenito de autor fascista o las necedades varias, sino los tremendos versos de su Melancolía del desaparecer. A pesar de todo, aún surgirán mañanas luminosas.

Irving Penn 1917-2009

| viernes, 9 de octubre de 2009 | 0:01

Alguien tiene que hacerlo

| miércoles, 7 de octubre de 2009 | 0:20



Hay una escena en la película El reino de los cielos, de Ridley Scott, en la que el malo más malo llega a un pueblo y se dedica a llevar a cabo las salvajadas que nadie tiene ni el valor ni el estómago de ejecutar. En un momento dado, uno de sus secuaces, asombrado por la violencia gratuita que han desatado, le pregunta: ¿es necesario todo esto? Y el malo más malo le responde con cierta melancolía visionaria: alguien tiene que hacerlo.
En efecto, parece como si supiera que si no hay un malo como él en la peli, esta perdería la mitad de sus kilates. No es exactamente el caso de Maurice Grimaud, recientemente desaparecido a los 95 años, que es de quien voy a hablar hoy, pero en su momento todo el mundo creyó que era el malo de turno sin adivinar que en realidad fue uno de los héroes secretos, y les aseguro que tuvimos mucha, muchísima suerte de que este señor fuera el malo oficial que tenía que hacerlo.
Les sitúo, mayo del 68, en las calles de París se estaba armando la de San Quintín, la chavalería había salido a la calle a luchar, como ellos decían, contra la muerte climatizada que nos quieren vender como porvenir. Maurice Grimaud era a la sazón el prefecto de París y el encargado de reprimir la revuelta. Objetivamente, los rebeldes cargaban sus armas con balas de plata porque su figura era la del monstruo a abatir; no obstante, un monstruo exótico y excepcional éste, cuya principal obsesión cuando llegó a la prefectura era reducir el tráfico en las calles, lograr una ciudad sin automóviles, y que cuando los jóvenes comenzaron a quemar coches, ironizó: no podía sospechar que compartíamos las mismas preocupaciones. Un malo extraño por cuanto fue él quien convenció a De Gaulle para no sacar el ejército a la calle. Un malévolo que nunca tuvo miedo, porque sabía que sólo eran estudiantes que hacían una purga necesaria en la sociedad para que esta entendiera sus fallos, como la definió. Un canalla sin conciencia que mandó una carta a todos los policías de París advirtiéndoles que golpear a un manifestante que está en el suelo es como golpearse a uno mismo, y aunque ganasen la batalla en la calle, perderían algo más importante: la reputación. Un villano que se defendía de los ataques con ironía: para convertirse en eso que las necrológicas llaman un gran servidor del Estado, no basta con una buena educación, hace falta también ser incompetente. Resumiendo, que tengo entendido que Daniel Cohn-Bendit todavía se hace cruces agradecido porque fuese Grimaud quien tuviera que hacerlo.

La tribu carnívora

| lunes, 5 de octubre de 2009 | 11:15


La tribu literaria es carnívora. No sé de quién es la frase, pero más razón que un santo, oigan. Entiendo que quien enemigos no tenga es señal de que no tiene ni talento que haga sombra, ni valor temido, ni carácter que impresione, ni honra de la cual se murmure, ni bienes que se codicien, ni cosa buena que se envidie. Esto sí sé de quién es: Martí.


Pero a lo que iba, que si tener enemigos es índice de tu condición, que esos mismos enemigos sean los que te hagan el elogio post-mortem es una desfachatez. Es tradición antigua: tienes que morir para que te reconozcan. Los mismos cabrones que en vida te ponen verde -a ti y a tu obra-, una vez en el nicho te hacen elogios desmedidos, panegíricos demenciales y textos consoladores con esa generosidad exagerada que te regatean en vida. Pasó con Sebald, pasó con Bolaño, pasó con Foster Wallace; mientras en vida el primero pasó inadvertido, el segundo pasó miseria y el tercero no pasó de las listas de jóvenes promesas. Personalmente creo que ninguno de ellos era un genio, tienen algunas cosas estimables y otras no tanto, pero en cuanto la espichan inmediatamente les elevan a los altares, les otorgan premios y les dedican ditirambos. Debe de ser porque ya no molestan. O para joder a los vivos. Quién sabe.


En el mundillo hay tantos componedores, árbitros, medianeros, mediadores, correveydiles y celestinas entre la página impresa y el lector, que no aciertas en qué momento se extravía la literatura. Por eso cada vez que algún novel me pide consejo sobre el oficio, lo primero que le digo es que no acepte consejos, y lo segundo que no haga ni caso de esa nube de críticos, compiladores y comentaristas que oscurecen el rostro del saber, como decía Gibbons, sino que vayan a su bola y no se dejen influir, ni antes de espicharla, ni después.


Porque el canon literario es ridículo, dogmático, y establecido por cuatro individuos que dan vuelo a sus preferencias y prejuicios, por consensos de grupos de presión, por criterios muchas veces ajenos a la literatura. Y que si necesitan un buen epitafio para enmarcar su muerte, no busquen gente que vive el 99% de su vida sexual a través de la envidia, sino que escuchen a Graham Greene, que recitaba el poema de Robert Browning como la más perfecta lápida: nuestro interés estuvo en el lado peligroso de las cosas, el ladrón honesto, el asesino afectuoso, el ateo supersticioso.

Viva el Emperador

| viernes, 2 de octubre de 2009 | 10:39




Bueno, ya que hemos comenzado la semana con política, vamos a acabarla con política. A continuación una de mis historias preferidas, los titulares de Le Moniteur Universel que se sucedieron durante los días del destierro de Napoleón y su posterior retorno a París. Durante el mes de marzo de 1815 éstos son los titulares que se sucedieron mientras Napoleón se acercaba:




-El Monstruo se escapó de su destierro.
-El Tigre se ha mostrado en el terreno. Las tropas avanzan para detener por todos lados su progreso.
-El Tirano está ahora en Lyon. Cunde el temor en las calles por su aparición.
-El Usurpador está a 60 horas de marcha de la capital.
-Bonaparte avanza con marcha forzada.
-Napoleón llegará a los muros de París mañana.
-El Emperador está en Fontainebleau.
-Su Majestad El Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tullerias. Nada puede exceder la alegría universal ¡Viva el Imperio!