| jueves, 31 de enero de 2008 | 0:54


EL ÚLTIMO REPECHO DE ENERO

Entiendo que los últimos metros de este Angliru particular que es enero nos están chupando las reservas de oxígeno de las piernas y volviendo un poco más corrientes nuestras cuentas bancarias. Para más inri, los acontecimientos del culebrón planetario no ayudan: los palestinos le ponen un petardo a la frontera de Gaza; unas malas bestias casi arman una carnicería en el metro de Barcelona; Jérôme Kerviel le abre a pico y pala un agujero de 4.900 millones de euros a la Société Générale; a Sarkozy se le está yendo poco a poco la olla entre la Bruni y el mesianismo antes llamado grandeur; el PP desahucia su última oportunidad de centrarse y opta por volver a la cueva clavándole un puñal en la chepa a Gallardón; tanto los socialistas como los populares en vez de ocuparse de la cesta de la compra, pelan la pava de destinos manifiestos y patriotismos de saldo; Stallone ha hecho otra parte de Rambo -me temo que no será la última-; Llamazares sufre nostalgia de Heidi y Mazinger Z y se gasta la pasta en estúpidas series de animación en las que aparece como el intrépido Gaspi, reventando con punzones burbujas inmobiliarias de color azul; un tipo atropella a un ciclista de diecisiete años, lo mata y luego denuncia a la familia para que le arregle los abollones del coche -al final se desdijo del dislate-; Bush tiene el valor de asegurar en el discurso del estado de la Unión que ha detenido el SIDA, llevado la paz a Israel y Palestina, y estabilizado Irak -este hombre ha vuelto a beber…-; en Kenia suenan los machetes día y noche; el nuevo Prepósito General de los jesuitas declara que no existe distancia ideológica entre Joseph Ratzinger y él y acaba de acojonarnos, etc…

Si no fuera porque en la naturaleza reina la simetría y ante Darth Vader está Obi-Wan Kenobi, y frente a la cacofonía, Mozart, no sentiríamos las piernas. Pero la historia es una rueda, nos dice Boecio, la inconstancia es su esencia, subámonos a sus radios y no nos quejemos cuando nos lance al abismo, porque los buenos tiempos pasan, pero también los malos. Esta mutabilidad es nuestra tragedia, pero también nuestra esperanza, y al mismo tiempo que sucede todo lo anterior, Bardem da caña en Hollywood -más premios que ayer pero menos que mañana-; la talla media de los españolitos ha subido 14 centímetros igualando la europea; Rafael Caro, un aspirante a bombero de 24 años, salvó a siete inmigrantes de un incendio escalando una fachada, entre ellos dos niños -con dos cojones, Rafa-; la sociedad va progresivamente decantándose por el laicismo; la madre del senador John McCain, Roberta McCain, de 95 años, cuando durante sus vacaciones por Europa no le quisieron alquilar un coche debido a su edad, se compró un BMW, se recorrió diversos países, y luego hizo que se lo enviaran a Estados Unidos, donde lo condujo en un maratón de costa a costa para regalárselo a su bisnieto -por cierto, tres años antes la detuvieron en Arizona por conducir a 180 por hora-; un chico panameño sin brazos ni piernas logra jugar al fútbol mediante prótesis en un alarde de tenacidad y encima lleva metidos 29 goles; el PSOE promete el acceso libre y gratuito a la píldora postcoital; los japoneses empiezan a vender sus almas por unas lonchitas de jamón; la ha palmado Suharto, uno de los dictadores más despreciables del pasado siglo; Barack Obama parece que vuelve a tener posibilidades en EE.UU; Iker Casillas lo para todo… En fin, Rocky, creo que ya empiezo a sentir las piernas.

| miércoles, 30 de enero de 2008 | 2:01


LIMPIEZA EN SECO
Hace mucho decidí que los artistas no teníamos por qué ser masoquistas. Fue por la época en que la experiencia me apercibió que ni los amigos ni las parejas tenían por qué ser para toda la vida. Sí, había excepciones, pero lo normal era que, con el tiempo, la gente cambiase sus intereses y sus actitudes, y que la mayoría de los que nosotros considerábamos nuestro círculo acababa por no tener más en común con nosotros que el ADN. Es cruel darse cuenta de ello, pero más cruel es darse cuenta de ello demasiado tarde.
Esa fe en mindundis que ya ni nos quieren ni nos aprecian ni nos protegen ni nada de nada no deja de ser una proyección de nuestros deseos, de un estado de ánimo caduco y ciego y que sólo alienta ya a un zombi emocional. La frase clave que hay que aplicar en estos casos a conciencia y si es necesario despiadadamente, es la que grabó Dumas en la puerta de su castillo: SÓLO QUIERO A QUIEN ME QUIERE. Es simple, es matemática, es eficacísima. En su momento, eché un vistazo a mi alrededor y me dije: ¿esta persona me cuida? Pues a esta la voy a cuidar yo el doble y cuando pueda le pongo un piso con plaza de garaje incluida; ¿esta persona no me cuida? Pues A LA PUTA CALLE, literalmente, y a otra cosa mariposa.
¿Soy un cabrón? A lo mejor, pero lo que tengo meridianamente claro es que prefiero ser un cabrón a un desgraciado. Y cada ciertos meses vuelvo a ejecutar la misma operación. Busco únicamente gente que me cuide y con la que podamos ser débiles juntos, que es básicamente lo que es tener amigos o una pareja, gente de la que pueda aprender y que me ayude a crecer, que me ame y que me haga el amor, que me llamen por teléfono a ver cómo estoy, que me animen, que me critiquen sin mala leche, que no me puteen, que se alegren de mis éxitos y estén ahí en mis fracasos, que se emborrachen conmigo y a la que pueda dejar dormir en mi casa con tranquilidad... Sé que son muy pocos, y puede que cada vez sean menos, pero desde que no paso ni una, no vean cómo ha mejorado mi vida. Y lo feliz que estoy.

| martes, 29 de enero de 2008 | 0:42


De cena por La Latina con Gerardo, el mago de las relaciones públicas de Alfaguara (créanme, él sí podría vender frigoríficos a los esquimales). Un abrazo, Gerardo. Lo pasamos bien el sábado.

| lunes, 28 de enero de 2008 | 0:36

LA EDICIÓN DE BOLSILLO DE EL TIEMPO DE LOS EMPERADORES EXTRAÑOS CONTINÚA SU BUENA SINGLADURA. 4000 EJEMPLARES VENDIDOS EN POCO MÁS DE TRES MESES. MUCHAS GRACIAS A TODOS MIS LECTORES.
CODA: HE REALIZADO ALGUNOS CAMBIOS EN MI CUENTA DE MYSPACE. ESPERO QUE LES GUSTE.

| sábado, 26 de enero de 2008 | 0:16


LA TIJERA

Hubo unos tiempos carpetovetónicos en que los cineastas jugaban al gato y al ratón con la censura. Los intocables y prolijos inquisidores del franquismo se dedicaban a cercenar, alterar, tachar, enmendar, emborronar, sacar de contexto, aconsejar como haría un padrino y poner cortapisas en aras de películas casposas y moralizantes, con finales edulcorados, mientras supongo experimentaban ese perverso placer que se siente cuando se juega al Tetris y se tiene la impresión de poner el mundo en orden, lo que, al igual que el juego inventado por el ruso Alexéi Pajtinov, crea una soberana adicción. Mientras, los esforzados directores tenían que componer sus películas toreando de continuo con el seco golpe de frío en sus mentes, la sensación absoluta de pérdida cuando reducían sus complejas visiones a meros sainetes. Ejemplos los tenemos a porrillo y de todos los colores, algunos tan surrealista que despiertan una amarga carcajada. Famosa es la escena de Mogambo en la que para evitar mostrar un adulterio, el doblaje convirtió a Grace Kelly y Donald Sinden -amantes en el original-, en hermanos, por lo que pasaron sin comerlo ni beberlo de una relación adúltera al incesto. El verdugo, de Luis García Berlanga, sufrió catorce cortes, y aún así fue tachada de libelo y panfleto político y provocó la ira de Franco, que comentó: Berlanga no es un comunista, es algo peor, es un mal español. En La huida, del mismo Berlanga y Juan Antonio Bardem, la Guardia Civil perseguía a un capataz huido, le disparaba y lograba herirle, pero la censura consideró que aquello era un insulto a la Benemérita, porque la Guardia Civil nunca falla, argumentaron. En Viridiana el encargado de turno de velar por la moral obligó a cambiar un final en el que Silvia Pinal y Paco Rabal se disponían a realizar unos juegos eróticos por una partida de mus. En Los jueves, milagro, de nuevo nuestro querido Berlanga contaba que el guión sufrió tantos cortes por un censor, el padre Garau, que incluso intentó que figurara en los títulos de crédito como guionista, pues había reescrito él solito 80 páginas. Y en Gilda fueron tantos también los tijeretazos que los espectadores creyeron que la censura les había hurtado ver que, después del guante, Gilda se quitaba también el vestido.


Los sombríos, afilados, feroces y siempre al acecho inquisidores parecieron tener sus horas contadas cuando el 1 de diciembre de 1977 un Real Decreto impulsado por el entonces ministro de Cultura, Pío Cabanillas, asertaba que la cinematografía, como componente básico de la actividad cultural, debe estar acorde con el pluralismo democrático en el que está inmersa nuestra sociedad… lo que en cristiano venía a decir que la Junta de Censura se travestiría de departamento de calificación de películas. Pero los ofensores jamás perdonan a sus víctimas. Y cuando todo el mundo creía que el lobo ya no rondaría más por el bosque, éste se transmutó en algo mucho más humillante, frío, cruel, pero, sobre todo, civilizado: se transformó en dinero. Una forma de censura mucho más potente por subliminal que, reencarnada en los productores y las subvenciones de las televisiones y las autonomías, criba con celo todos los proyectos que les ofertan, llegando al grado sumo de su perversidad: la autocensura de los mismos creadores.

| viernes, 25 de enero de 2008 | 13:32


TREBLINKA 3
(Último fragmento de Un escritor en guerra, de Vasili Grossman, acerca del campo de exterminio de Treblinka).
...Entonces comenzaba una nueva fase. La gente desnuda era conducida a la caja y se les pedía que entregaran allí sus documentos y objetos de valor. Y de nuevo una voz aterradora, subyugante, gritaba: Achtung! Achtung! Ocultar objetos de valor se castigaba con la muerte... Achtung! Achtung! Había un Scharführer sentado en una pequeña caseta de madera, y junto a él hombres de las SS y Wachmänner. Ante sí tenía varias cajas de madera, en las que había que depositar los objetos de valor: una caja para los billetes de banco, otra para las monedas, una caja para los relojes, anillos, pendientes, broches y pulseras. Y los documentos, que ninguno de ellos volvería a necesitar, eran arrojados al suelo; eran los documentos de gente desnuda que yacería bajo tierra unas horas más tarde. Pero el oro y los objetos de valor eran sometidos a una clasificación cuidadosa: docenas de joyeros determinaban la pureza del material, el valor de las joyas, el peso, pureza y color de los diamantes. Y una cosa sorprendente era que aquellos cerdos lo aprovechaban todo, incluso el papel y el tejido, cualquier cosa que pudiera ser útil a alguien, era importante y útil para aquellos cerdos. Sólo la cosa más preciosa del mundo, la vida humana, era pisoteada por sus botas.
Aquí, en la caja, se producía un gran cambio. Acababa la tortura de la gente con mentiras; la tortura de no saber, una fiebre que los llevaba en pocos minutos de la esperanza a la desesperación, de expectativas de vida a visiones de muerte... Y cuando llegaba el momento de la última etapa del robo a los muertos vivientes, los alemanes cambiaban de pronto la forma de tratar a sus víctimas. Arrancaban los anillos de sus dedos, los pendientes de sus orejas. En esa fase, la cinta transportadora de los verdugos requería un nuevo principio para funcionar eficazmente, y por eso la palabra Achtung! era sustituida por otra que silbaba como un látigo: Schneller! Schneller! Más rápido, más rápido, más rápido! Rápido hacia la muerte.
Sabemos por la cruel realidad de los últimos años que una persona desnuda pierde inmediatamente la fuerza para resistir, para luchar contra su destino. Cuando se la desnuda, una persona pierde inmediatamente el instinto de supervivencia y acepta su destino como inevitable. Una persona que antes tenía una sed de vida insaciable se vuelve pasiva e indiferente. Pero para reforzar ese efecto, los SS aplicaban adicionalmente en esa etapa final del proceso un método de estupefacción monstruosa, haciendo entrar a la gente en un estado de conmoción psíquica total. ¿Cómo lo hacían? Aplicando repentina y bruscamente una crueldad insensata, ilógica. La gente desnuda que lo había perdido todo, pero que todavía era mil veces más humana que las bestias con uniforme alemán, todavía respiraba, observaba, pensaba, sus corazones todavía latían. Los guardias les arrancaban entonces de las manos los trozos de jabón y las toallas y los alineaban en filas, de cinco en fondo: Hände hoch! Marsch! Schneller! Schneller!
Entraban en un callejón recto, con flores y pequeños abetos plantados a los lados. Medía 1,20 metros de longitud y 2 metros de anchura y conducía al lugar de ejecución. A ambos lados de ese callejón había alambre de espino y guardias con uniformes negros y hombres de las SS con uniformes grises hombro con hombro. El camino estaba cubierto de arena blanca, y los que iban al frente con los brazos alzados podían ver las huellas recientes de pies desnudos en aquella arena blanda: pequeños pies de mujer, pequeñísimos pies de niños, o las huellas más irregulares dejadas por los ancianos. Esas efímeras huellas en la arena eran todo lo que quedaba de miles de personas que habían pasado por allí recientemente, como las cuatro mil que caminaban ahora, como los miles que caminarían horas después y que ahora esperaban su turno en la estación de ferrocarril en el bosque. La gente que había dejado sus huellas más recientemente había caminado por aquí como lo hicieron ayer, o hace diez días, o hace cien, como las que caminarían mañana, o dentro de unas semanas, durante los trece meses infernales que funcionó este campo de Treblinka.
Los alemanes llamaba a ese callejón El Paseo sin Retorno. Un hombre menudo que no dejaba de hacer visajes y cuyo apellido era Sujomil, gritaba en un alemán deliberadamente tosco: Niños, niños, Schneller! Schneller! El agua del baño se está enfriando. Schneller, Kinder, Schneller! Y estallaba en carcajadas, se encogía, bailaba. La gente, con las manos todavía en alto, caminaba en silencio entre las dos líneas de guardias, que los golpeaban con bastones, con las culatas de los subfusiles o con porras de caucho. Los niños tenían que mantenerse a la par con los adultos. Al hablar de esta última y truculenta fase, todos los testigos mencionaban las atrocidades de una criatura con aspecto humano, un SS llamado Zepf. Se especializaba en matar niños. Esa bestia, que poseía una enorme fuerza física, sacaba de repente a un niño de la multitud y le golpeaba la cabeza contra el suelo agitándolo como un badajo, o lo hacía pedazos.
La tarea de Zepf era importante. Incrementaba la conmoción psíquica de la gente condenada y mostraba cómo la crueldad ilógica podía aplastar la voluntad y la conciencia de la gente. Era un engranaje útil en la gran máquina del Estado fascista.
Todo esto que cuento es terrorífico, pero no por la naturaleza que da vida a tales degenerados. En el mundo orgánico hay montones de monstruosidades: cíclopes, criaturas de dos cabezas, así como las correspondientes perversiones espirituales. Pero lo más terrible es que esas criaturas, que tendrían que ser aisladas y estudiadas como fenómenos psiquiátricos, vivían en cierto país como ciudadanos activos y útiles.
La marcha desde la caja hasta el lugar de ejecución duraba entre sesenta y setenta segundos. La gente, apremiada por los golpes y ensordecida por los gritos Schneller, Schneller, Schneller! llegaba a la tercera plaza y se detenía durante un momento, asustada. Frente a ellos había un hermoso edificio de piedra decorado con madera, que parecía un antiguo templo. Cinco amplios escalones de piedra llegaban hasta una puerta baja, pero muy ancha, bellamente decorada. Junto a la entrada crecían flores y había macetas. Pero alrededor todo era caos, se podían ver montones de tierra recientemente removida por todas partes. Una gran excavadora trituraba toneladas de amarillenta tierra arenosa, abriendo y cerrando sus mandíbulas, y el polvo que levantaba quedaba suspendido entre la tierra y el sol. El tableteo de la máquina excavando de la mañana a la noche enormes fosas comunes se mezclaba con el incesante ladrido de docenas de perros de presa alsacianos.
A ambos lados de la casa de la muerte había líneas férreas de la vía estrecha a lo largo de las cuales unos hombres con holgados trajes de faena conducían volquetes. La amplia puerta de la casa de la muerte se abría lentamente y a la entrada aparecían dos ayudantes del jefe, de nombre Schmidt; eran dos sádicos y maníacos, uno de ellos alto, de unos treinta años, con amplios hombros, un rostro moreno nervioso y pelo negro, el otro más joven, bajo, con pelo castaño y mejillas cerúleas. Conocemos los hombres y los apodos de esos traidores a la humanidad. El alto llevaba en la mano un tubo de gas de un metro de largo y el otro iba armado con un sable.
En ese momento los hombres de las SS soltaban a los perros, que se arrojaban sobre la multitud y desgarraban los cuerpos desnudos con sus dientes. Los SS golpeaban a la gente con las culatas de sus subfusiles, metiendo prisa a las mujeres petrificadas y gritando salvajemente Schneller, Schneller! Los ayudantes de Schmidt a la entrada del edificio conducían a la gente por las puertas abiertas hacia las cámaras de gas.
En ese momento uno de los comandantes de Treblinka, Kurt Franz, aparecía junto al edificio con su perro, Barry, sujeto con una correa. Había entrenado especialmente a ese perro para saltar sobre la gente condenada y morderle en sus partes íntimas. Franz había hecho una rápida carrera en el campo: cuanto entró sólo era SS-Unteroffizier, pero pronto fue ascendido al grado relativamente alto de Untersturmführer...

| jueves, 24 de enero de 2008 | 2:02




TREBLINKA 2

(Fragmento de Un escritor en guerra, de Vasili Grossman, acerca del campo de exterminio de Treblinka)


Cuarenta hombres de las SS y sesenta Wachmänner -vigilantes- trabajaban en el transporte, así es como se referían a la primera fase del recibimiento en el campo: llegada del tren, bajar a la gente en la estación de ferrocarril y llevarlos hasta la plaza, y vigilar a los obreros que deshacen y clasifican su equipaje. Mientras realizan ese trabajo se llevan a menudo discretamente a la boca trozos de pan, azúcar y dulces que encuentran en las bolsas de comida. Esto no estaba permitido, pero sí lo estaba en cambio lavarse las manos y la cara con agua de colonia o perfumes cuando concluían su trabajo, ya que el agua era muy escasa y sólo los alemanes y los guardias podían utilizarla para lavarse. Y mientras que la gente, todavía viva, se preparaba para la casa de baños -las cámaras de gas, eufemísticamente-, su equipaje ya había sido clasificado, los objetos de valor se habían llevado al almacén y montones de cartas, fotografías de bebés recien nacidos, hermanos, novios o novias, anuncios de boda amarillentos, miles de objetos preciosos, infinitamente importantes para sus propietarios, pero que sólo eran basura para los propietarios de Treblinka 2, eran amontonados y transportados a enormes agujeros, donde ya había cientos de miles de tales cartas, postales, tarjetas de visita, fotografías, trozos de papel con garabatos de niños. La plaza era barrida a toda prisa y quedaba dispuesta para recibir una nueva entrega de gente condenada a muerte...

...en la enfermería se separa de la multitud a toda la gente débil y enferma. Un médico con bata blanca y un brazalete de la Cruz Roja en la manga izquierda se aproxima para saludarles. La clave para la segunda fase de conducción de los recién llegados era la supresión de la voluntad dándoles constantemente órdenes cortas y rápidas. Esos mandatos eran pronunciados con ese tono de voz del que el ejército alemán está tan orgulloso: el tono que demostraba que los alemanes pertenecían a la raza de los señores. La r, al mismo tiempo gutural y dura, sonaba como un látigo. Achtung! se oía sobre la multitud. En el cargado silencio, la voz del Scharführer pronunciaba las palabras que había aprendido de memoria, repitiéndolas varias veces al día durante varios meses: ¡Los hombres aquí, las mujeres y los niños se desvisten en los barracones de la izquierda!

Era entonces cuando solían producirse escenas terribles, según los testigos. El amor maternal, marital o filial le decía a la gente que se estaba viendo por última vez. Apretones de manos, besos, bendiciones, lágrimas y breves palabras pronunciadas por voces roncas en las que la gente ponía todo su amor, todo el dolor, toda la ternura, toda la desesperación que les embargaba. Los psiquiatras de la muerte de las SS sabían que tenían que interrumpir inmediatamente esa expresión de sentimientos, ahogarla. Ese momento de separar hijas y padres, madres e hijos, nietos y abuelas, maridos y mujeres, era uno de los más cruciales. Y de nuevo suena sobre la multitud Achtung¡ Achtung¡ Es el momento justo para confundir una vez más las ideas de la gente, de despertar algo de esperanza, presentando las reglas que los llevan a la muerte como prolongación de la vida. La misma voz trompetea palabra tras palabra:

Las mujeres y los niños deben quitarse los zapatos cuando entren en los barracones, metiendo en ellos los calcetines o medias. Los calcetines de los niños en sus sandalias, botas y zapatos. Sean ordenados.

E inmediatamente la siguiente orden:

Al acercarse a la casa de baños deben llevar consigo sus documentos, dinero, una toalla y jabón.

Dentro del barracón de las mujeres había una peluquería, donde les cortaban el pelo con maquinilla. A las ancianas les quitaban la peluca si es que la llevaban. Un fenómeno psíquico terrible: según las peluqueras, para las mujeres ese corte de pelo mortal era la prueba más convincente de que las llevaban al baño. Las chicas se tocaban la cabeza y a veces pedían: ¿Puede cortar un poco más aquí? No esta parejo. Las mujeres se solían relajar después de que les cortaran el pelo y casi todas ellas salían de los barracones con un trozo de jabón y una toalla plegada. Algunas jóvenes lloraban, lamentando la pérdida de sus hermosas trenzas. ¿Para qué les cortaban el pelo? ¿Para engañarlas? No, Alemania necesitaba ese cabello como materia prima. He preguntado a mucha gente qué hacían los alemanes con esos montones de pelo cortado de las cabezas de los muertos vivientes. Todos los testigos confirmaban que el pelo era enviado en sacos a Alemania. ¿Para qué se usaba? Nadie pudo responder a esa pregunta. Sólo Kon afirmaba en su testimonio escrito que el pelo era utilizado por la Armada para rellenar colchones o para hacer calabrotes para los submarinos.

Los hombres se desnudaban en el patio. Normalmente los alemanes seleccionaban entre 150 y 300 hombres fuertes del primer lote que llegaba por la mañana, a los que utilizaban para enterrar los cadáveres, y en general los mataban al día siguiente. Los hombres tenían que desnudarse rápidamente, dejando sus zapatos y calcetines en orden, plegando su ropa interior, chaquetas y pantalones. Ropa y zapatos eran clasificados por el segundo grupo de obreros, que llevaban brazaletes rojos para distinguirlos de los que trabajaban en el transporte.

La ropa y los zapatos considerados válidos para ser enviados a Alemania eran inmediatamente llevados al almacén. Habría que quitarles cuidadosamente todas las etiquetas metálicas o textiles. El resto de las cosas se quemaban o se enterraban. La sensación de ansiedad aumentaba cada minuto que pasaba. Había un olor extraño e inquietante, cubierto a veces por el olor a cloro. Las enormes cantidades de moscas inoportunas parecían también extrañas. ¿De dónde salían, aquí, entre pinos y tierra apisonada? La gente respiraba ruidosamente, temerosa, estremecida, mirando atentamente cada objeto insignificante que acaso les pudiera explicar, ayudarles a entender, levantar ligeramente el telón del secreto sobre el destino que les esperaba. ¿Y por qué traquetean tan ruidosamente esas excavadoras gigantes ahí, un poco más a mediodía?

Entonces comenzaba una nueva fase...

CODA: LES ASEGURO QUE MAÑANA, EN LA ÚLTIMA PARTE, VERÁN AL MAL CARA A CARA, EL MAL EN SU ESTADO MÁS PURO, Y LES QUITARÁ EL ALIENTO COMO ME LO QUITÓ A MÍ, LO RECORDARÁN PARA SIEMPRE COMO YO LO RECORDARÉ.


| miércoles, 23 de enero de 2008 | 0:47






TREBLINKA 1


(Fragmento de Un escritor en guerra, de Vasili Grossman, acerca del campo de exterminio de Treblinka)
Ahora conocemos toda la historia del Ordnung alemán en ese campo de trabajo... Conocemos el trabajo en la cantera de grava, donde aquellos que no cumplían las normas eran arrojados al pozo desde lo alto de la escarpa. Sabemos cuál era la ración diaria de comida: 170 gramos de pan y medio litro de aguachirle a la que llamaban sopa. Sabemos de la muerte por hambre, de la gente hinchada a la que llevaban en carretillas al otro lado del alambre de espino y los fusilaban. Conocemos las increíbles orgías de los alemanes, cómo violaban a las chicas y las mataban inmediatamente después, cómo un alemán borracho le cortó los pechos a una mujer con un cuchillo, cómo arrojaban a la gente desde la ventana a seis metros del suelo, cómo una compañía borracha sacaba por la noche de los barracones entre diez y quince prisioneros para practicar diferentes formas de asesinato, sin prisa, disparando a los hombres condenados en el corazón, en la nuca, en un ojo, en la boca, en la sien... Sabemos cómo era el jefe del campo, un germano-holandés Zan Eilen, un crápula asesino y rápido jinete al que le gustaban los buenos caballos. Conocemos a Stumpfe, al que llamaban La Muerte Jocunda, que era presa de ataques de risa involuntaria cada vez que mataba a uno de los prisioneros o cuando se producía un ejecución en su presencia... Conocemos a Sviderski, un alemán tuerto de Odessa cuyo apodo era Maestro Martillo, especialista insuperable en matar a sangre fría; fue él quien mató, en unos minutos, a quince niños de entre ocho y trece años que habían sido declarados no aptos para el trabajo... Conocemos al delgado SS Preie, un hombre lúgubre y silencioso con aspecto de gitano, cuyo apodo era El Viejo. Espantaba el aburrimiento sentándose junto al pozo de la basura del campo y esperando a que llegaran prisioneros en busca de mondas de patatas. Les hacía abrir la boca y les disparaba en ella. Sabemos el nombre de los asesinos profesionales Schwarz y Ledeke, que se divertían disparando contra los prisioneros que volvían del trabajo en la oscuridad. Así mataban a veinte, treinta o cuarenta personas cada día. Esas personas habían perdido todo sentimiento humano. Su cerebro, su corazón y su espíritu perturbado, sus palabras y hechos, sus hábitos, eran como una aterradora caricatura que apenas recordaba los rasgos, pensamientos, sentimientos, hábitos y hechos de los alemanes normales.

El orden en el campo, la documentación precisa de los asesinatos, el gusto por las bromas monstruosas que de algún modo recordaban las de los soldados alemanes borrachos, cantando a coro canciones sentimentales entre charcos de sangre, los discursos que dirigían constantemente a los condenados y sus prédicas y citas religiosas impresas pulcramente en fragmentos especiales de papel, eran los reptiles y los dragones que se habían desarrollado a partir del embrión tradicional alemán del chovinismo, arrogancia, egoísmo, imperturbabilidad, cuidado esmerado del pequeño nido propio e indiferencia fría frente al destino de todo lo vivo sobre la tierra, de la feroz seguridad de que la música, la poesía, la lengua, los prados, los baños, el cielo y los edificios alemanes son los mejores del universo...

Pero los que vivían en el campo número 1 sabían que había algo cien veces más terrible que su campo. En mayo de 1942 los alemanes comenzaron a construir otro campo...




| martes, 22 de enero de 2008 | 0:02

LA MURALLA INTERIOR

Les voy a contar una historia. Érase un crío nacido en un hogar pobre de Brooklyn, abandonado por su padre, que no podía ser atendido como debía por una agobiada y atareada madre y que finalmente sería cuidado por su hermana. Cuenta la leyenda que aquel introvertido crío despertó la piedad de aquella hermana al verle tantas horas solo, sin juguetes ni compañeros, concibiendo la idea de comprarle un tablero de ajedrez para que se entretuviera. El pequeño tenía entonces seis años. A partir de ahí y hasta que aprendió las reglas, aquel crío jugó con las torres, los alfiles y las damas en una interminable partida autista, perdiéndose cada vez más en el infinito de caminos e incertidumbres de aquel universo blanquinegro, empeñado en la construcción de una muralla interior que más tarde le haría batir todas las marcas como jugador infantil, y, a la postre, le llevaría a abandonar la escuela a los dieciséis para dedicarse en exclusiva catorce horas diarias a aquellas extrañas piezas. Sólo quiero jugar al ajedrez, nada más, no se cansaba de repetir el adolescente.

La leyenda sigue contando que su obsesión enfermiza alcanzó tales cotas que no se relacionaba con nadie que no supiera jugar al ajedrez, que llenó su vivienda con tableros para jugar varias partidas simultáneas consigo mismo, yendo de una habitación a otra para desafiar sus propios movimientos, y que incluso aprendió ruso para leer los mejores manuales de ajedrez. En aquel debate oscuro y violento cada nuevo saber era la llave de una ignorancia nueva acerca de aquella llanura ajedrezada, y por lo tanto de una nueva ansiedad, una añoranza de algo que nunca había tenido, algo que había huido de su vida -que se le antojaba dolorosa, intransitiva e inútil- sin haber estado jamás en ella, que no podía nombrar y que tenía una inquietante semejanza con el profundo infinito -nadie sabe exactamente la altura que tenía ya aquella muralla interior, pero los rumores apuntan que podría llegarle por la cintura-.
Así las cosas, no podía dejar de convertirse en el campeón estadounidense más joven de la historia, lo que hizo posible que, tras una prodigiosa racha de victorias internacionales pudiese luchar en 1972, a la edad de 29 años, por el título mundial. El rey a destronar se llamaba Boris Spassky, y en un enfrentamiento a 24 partidas en el que empezó perdiendo las dos primeras, terminó ejecutando una espectacular remontada y demoliendo a Spassky, quien en una entrevista posterior dicen que dijo: no se si se han dado cuenta, pero él, cuando juega, no me ve.
A partir de aquí la leyenda se vuelve imprecisa, sin contornos exactos, un rumor que acaba convirtiéndose en mito; y a todo aquel a quien se pregunte, testigos de su época, sólo aciertan a hablar de una figura que empezó a rehuirles, a hacer fintas y a esconderse en dobles sentidos, en múltiples interpretaciones. Un hombre que finalmente fue borrado por la magnitud de su propio deseo y de quien lo último que se vio es una mano, sus dedos estirados, colocando el último ladrillo de una muralla que ya le rodeaba totalmente, a lo largo del tiempo y el espacio, y cuyo dueño ni siquiera respondía ya al nombre con que su hermana le llamó tantos años atrás para regalarle aquel primer tablero: Bobby. Bobby Fischer.

| lunes, 21 de enero de 2008 | 13:57

BOCATTO DI CARDINALE IX






MALAS TIERRAS (Badlands). 1973

DIRECTOR: Terrence Malick
REPARTO: Martin Sheen, Sissy Spacek, Warren Oates, Ramon Bieri.




JUGADORES DE BILLAR. José Avello. (2001. Alfaguara).

| jueves, 17 de enero de 2008 | 15:27


BATERÍA
(Artículo de Manuel Vicent, publicado el 13 de enero en El País).
Usted se cree una persona libre pero, de hecho, más de la mitad de sus actos a lo largo del día son simples acciones y reacciones mecánicas, que realiza con la conciencia manipulada a distancia. Cualquier conductor ha pasado por esta experiencia. Durante un largo viaje en coche uno puede conducir muchos kilómetros desde el subconsciente. De pronto, como si despertara de un sueño y volviera a la realidad, el conductor cae en la cuenta de que está a punto de llegar a su destino sin haber reparado en algunas ciudades que ha dejado atrás. Pese a esta falta de conciencia el conductor ha cumplido con todas las normas de circulación. Ha puesto el intermitente al adelantar, ha respetado la línea continua, ha guardado las distancias, no ha sobrepasado el límite de velocidad. Realmente ha conducido ejerciendo él mismo de piloto automático, mientras su cerebro estaba en otra parte, ajeno al paisaje que atravesaba. Tal vez había percibido que una abubilla levantaba el vuelo desde un sembrado o que había un perro aplastado en medio de la carretera. Esta experiencia puede aplicarse a todos los aspectos de la conducta humana. Suena el despertador, el ciudadano salta de la cama, se ducha, se afeita o se maquilla, desayuna café con leche y media tostada, sube al coche, se mete en el atasco, llega a la oficina, sonríe al jefe, saluda a sus compañeros, revisa los papeles, habla docenas de veces por el móvil, almuerza el plato del día, hay más papeles en el despacho, termina la jornada, cierra el ordenador, se mete en el atasco, el portal, el llavín, la casa, la mujer, el marido, los hijos, la noche, la cena, la televisión, la cama. Y así un año y otro año cumpliendo siempre las reglas con palabras y gestos repetidos frente al vuelo de una abubilla o la visión de un perro despanzurrado convertidos en el gran acontecimiento de la vida. Un zombi no es exactamente un muerto viviente sino un ser cuya voluntad está poseída por otro. Robot es una palabra checa que significa esclavo. Alguien que es dueño de nuestros actos va tirando de los hilos hasta que de pronto un día uno se encuentra al final del trayecto sin darse cuenta de que ha vivido. Me pregunto en qué parte secreta del cuerpo tenemos la batería.

| miércoles, 16 de enero de 2008 | 0:02


LO QUE SÉ DE ÁNGEL GONZÁLEZ (in memoriam, Oviedo 1925-Madrid 2008)

Yo utilizo los libros de Ángel González como en otros tiempos se colocaban gárgolas en lo alto de los edificios, para combatir a los malos espíritus y ahuyentar los demonios. Dejo un libro en un voladizo de mi librería, otro libro en una esquina de un armario, otro más en equilibrio sobre una cómoda. Libros que son baluartes contra el caos, porque tienen en cuenta las diversas capas de sensaciones, las formas, los detalles y las superficies de la vida, y nos proporcionan un conocimiento íntimo y profundo de la misma. Cuando leo a Ángel González me siento como ese pasajero de Oviedo, el número cincuenta millones de una compañía aérea, que aterrizó y recibió una tarjeta oro y doce billetes gratis y quería preguntarle a su mujer adónde deseaba ir. Como él, experimento la misma sensación de bendecido e incluso me apetece tener una mujer para escogerle un poema adonde viajar. Porque en Ángel González aprendes que, finalmente, no quieres a tus semejantes por sus virtudes, sino por sus defectos, y que precisamente porque no somos finitos y acabados poseemos ese margen de maniobra necesario que nos hace adaptarnos a cualquier situación. En Ángel González también tomas conciencia de que la verdadera libertad no es estar a solas, sino en compañía, para reforzar esa libertad en el otro, para sentir estímulos referenciales y de referencia; y que lo que más podemos esperar de la vida es un cierto conocimiento de uno mismo, que llega siempre demasiado tarde, una pequeña cosecha de remordimientos y, a veces, si hay suerte, un poco de ternura.
Abrir uno de sus libros es abrir una botella de tu whisky preferido, porque uno lo coge y sabe lo que va a encontrar, y lo desea y es de confianza. Hojearlo es tener claro que el único modo de seguir aprendiendo es seguir enseñando. Y que la sencillez es inapelable. Y que el mayor espectáculo del mundo no es la maldad, sino la bondad. Y que todo tiene sentido pero nada tiene intención. Y que penetrar la creación -al igual que esas cuerdas de la flota real británica trenzadas de tal manera que un hilo rojo las atraviesa enteras y no es posible desatar ese hilo sin deshacer el conjunto-, digo, penetrar la creación es comprender lo que tienen en común todos los objetos, sus ritmos y armonías. Y que la risa cura del fanatismo, porque no se conocen fanáticos con sentido del humor, ya que eso implica reírnos un poco de nosotros mismo. Y que hay muchos, muchos Ángel González, pero que, seguramente, todos están en este Muerte en el olvido:
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees alto,
y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla ternura,
yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo-, el que la habita…
Esto es lo que sé de Ángel González.
Lo que sé con certeza.

| martes, 15 de enero de 2008 | 1:29


TENDENCIAS IV

-Los préstamos por P2P. Plataformas on line donde inversores particulares prestan dinero.

-Los tejidos tecnológicos: fusiones de fieltro y raso, seda y cachemir, popelín y nailon... camisas sensibles al calor que extienden o contraen las mangas en función de la temperatura, sujetadores deportivos que controlan el pulso y la respiración, tejidos resistentes a los impactos o telas que repelen las manchas o desprenden principios activos para mejorar la salud.

-El New Museum de la calle Bowery en Nueva York, con una puerta diseñada por Sejima y Nishizahua que ha costado 40 millones de euros.

-El videojuego de moda: Guitar Hero III. A algún profesor de solfeo le dará un sofocón.

-Los aeropuertos del futuro, en el que se descargarán los billetes en los móviles y no habrá que pasar por los mostradores de las compañías, las identificaciones serán biométricas -huellas dactilares, digitalización facial y escáneres de retina-, se controlarán los equipajes por radiofrecuencia y unos sensores de ultrasonidos detectarán los lugares libres en los aparcamientos. Aunque luego en Estados Unidos te harán rellenar un montón de papeles para hacerte perder el tiempo que has ganado con la tecnología...

-Las diez empresas que han cambiado el mundo: Apple, la nueva manzana de Newton; Yahoo, que es el nombre que se le da en Los viajes de Gulliver a una sucia raza de humanos dominada por los caballos; Amazon, quién da más; Toyota, con sus tecnologías híbridas para los coches; News Corps, el imperio de Rupert Murdoch, Myspace incluido; IBM, que poco a poco está cambiando la fabricación de chips por la consultoría tecnológica; Sunpower Corp, que se dedica a exprimir a Lorenzo a base de paneles solares; Lenovo, el gigante chino de la informática que hará que todos aprendamos mandarín.

-Los Segways, el medio de transporte urbano de dos ruedas a propulsión eléctrica. Alguna vez se ha visto a Jaime de Marichalar montado en uno, pashmina al aire.

-Los nuevos formatos publicitarios: Banners y microsites, insertados en los portales de las compañias telefónicas que remiten a los sitios anunciantes; mensajes publicitarios que se incluyen como parte de los contenidos que el propio usuario a pedido recibir o ha aceptado descargarse; campañas selectivas para segmentos de clientes mediante SMS o MMS; campañas interactivas en las que el cliente envía SMS para responder o participar en promociones; publicidad vía bluetooth, al pasar por puntos determinados se reciben los anuncios en el móvil.

-Estrenar las series en Internet antes que en televisión, a fin de favorecer el consumo y la fidelización del público más joven.

-Amy Winehouse, el nuevo ídolo politoxicómano que sustituye a nuestro querido y lisérgico Peter Doherty.


| domingo, 13 de enero de 2008 | 15:18

BOCCATO DI CARDINALE VIII




THE NATIONAL fake empire




BLOC PARTY I still remember

| viernes, 11 de enero de 2008 | 2:56


POR QUÉ ME GUSTA POPPER
Me gusta porque sus principios se oponen críticamente a los dogmas morales inamovibles y a los monopolios políticos de la verdad, me gusta porque no cree en las teorías y utopías salvíficas, me gusta porque es consciente de los límites de nuestro conocimiento, o lo que es igual, de la omnipresencia del error, me gusta porque acepta que básicamente yo puedo equivocarme y tú tener razón y que juntos podemos seguir acaso el rastro de la verdad, y me gusta porque considera que la libre concurrencia de puntos de vista en democracia es la única forma racional de confrontación política y porque asume explícitamente la crítica de lo existente como motor de progreso.
Pero sobre todo me gusta porque cada vez que le leo me acuerdo de mi crápula preferido, San Agustín, y de que todo esto lo resumió siglos atrás, en una frase de sus Confesiones, la mayor declaración de amor en la historia de la literatura:

Te amo

por eso quiero que seas lo que eres.


| jueves, 10 de enero de 2008 | 14:12



NIVEL 13


La anécdota es famosa. Un Frank Lloyd Wright septuagenario recibió una queja de Mrs. Kaufmann, dueña de la legendaria casa de la cascada: tenía goteras sobre la mesa del comedor. La respuesta del arquitecto fue rotunda: mueva la mesa. Después de lograr construir sobre el agua, debió de parecerle una minucia.

Esa es la impresión que tengo respecto a los videojuegos, que como no movamos la mesa, es decir, como no nos adaptemos, la gotera digital va a seguir cayendo con la minuciosidad de un martirio chino. Aun reconociendo que el mundo está como un cencerro, un planeta donde Benidorm se ha convertido en el modelo a seguir según las últimas tendencias arquitectónicas, se paga por un mechón de John Lennon 33.600 euros, el vídeo más visto en Youtube es un chino tirándose pedos con la axila o a las moscas borrachas en experimentos universitarios les da por intentar cepillarse a congéneres del mismo sexo, que la reina de Inglaterra esté enganchada a la Wii, la maquinita de Nintendo donde no hay hilos y todo funciona por vibración y sonido, ya es lo más. Pero no sólo eso, su majestad ha sucumbido del todo a las nuevas tecnologías y ha aprendido a enviar correos con una Blackberry, navega por Internet, usa un iPod y tiene móvil. O sea, que para sofocar el incendio está echándole más gasolina.

La invasión de los videojuegos es tan imparable que incluso series como Los Soprano, Mujeres Desesperadas, Los Simpson, Urgencias o CSI, que suelen tener un tope de 24 episodios al año, para no dejar con el mono a sus consumidores se trasladan a las pantallitas a base de versiones para PC, Wii o Xbox a fin de que éstos puedan convertirse en investigadores forenses, mafiosos o mujeres al borde de un ataque de nervios. Más madera, es la guerra.

En un mundo de masas y vínculos tanto emocionales como ideológicos cada vez más frágiles, es evidente que los videojuegos son los que mejor reflejan el Zeitgeist, un concepto de diversión colectiva, un juego sin compromisos con duración y profundidad pactada de antemano. Además, es el medio que mezcla todos los fragmentos del siglo XXI, la tele, la música, la fotografía, el vídeo... y los agita hasta que crea una combinación adictiva hasta el punto de que la consola ha unido a más gente y de carácter más heterogéneo a su alrededor que las asistencias dominicales a misa o el Un, Dos, Tres en los arcádicos tiempos de las audiencias de dos canales. Su gigantesca oferta bélica, pornográfica, lúdica, cívica o clínica ha saltado incluso la barrera intergeneracional de forma que, en estos momentos, la edad media de los comulgantes a pasado de los 18 a los 35 en un salto de la rana digno de El Cordobés. Ya lo decía Shigeru Miyamoto, el gurú de la industria del entretenimiento, diseñador de la consola Wii, la primera en la que el cuerpo del jugador hace de mando a distancia y que vende unos 1,8 millones de aparatos al mes: como adultos tenemos límites, pero como niños, ninguno.

¿Y qué hay de Ignacio del Valle?, se preguntará algún lector, ¿qué piensa de este fenómeno? Yo, señores, no pienso nada, porque me acabo de comprar la última versión de la peli 300 para mi consola y sólo puedo concentrarme en el siguiente nivel de juego. Que se preparen los persas, porque voy a repartir estopa hasta despellejarme el pulgar.

| miércoles, 9 de enero de 2008 | 0:41


EL ARTE DE SABER PARAR
En la obra de Goethe, Fausto hace un pacto con el diablo: gozará plenamente de su existencia durante 24 años, tras los cuales, una vez expirado el contrato, perderá el alma y el cuerpo e irá al infierno. No es mal trato después de todo, en 24 años se contienen muchas eternidades, el problema es que Fausto es un hombre demasiado neurótico, atrapado en un círculo de insatisfacción, alguien incapaz de percibir la plenitud por más que fantasee con ella. Para él, el instante más hermoso nunca llega, o ha pasado sin que él se dé cuenta de que ha pasado. ¿Les suena? Seguro que sí. Miren a su alrededor con calma, seguro que encuentran algo que no habían visto antes, porque lo que no es seguro es que nosotros tengamos 24 años por delante.

| domingo, 6 de enero de 2008 | 1:14


TODO MENOS CARBÓN
Sí, señor, estos son los dioses que nos gustan, no los que tienen un cabreo perpetuo como Yahvé y masacran a todo cristo, justo e injusto, piadoso y hereje, sino los que nacen en un portal coronado por estrellas y reciben la visita de tres individuos que vienen de Oriente a contrarreloj, porque todavía les quedan unos cuantos millones de hogares que visitar y toneladas de Barbies, bicis, consolas y balones de fútbol que repartir.
Por eso, mi particular contribución a su extenuante e imprescindible labor: un regalo. En efecto, un regalo para todos aquellos obstinados que reciben un portazo tras otro de la editoriales y los agentes y aún así se obstinan en seguir escribiendo: JOHN CREASY.
El epatante, heroico, admirable y legendario John Creasy, escritor de novelas negras que acabó teniendo ventas millonarias, fue rechazado por las editoriales la increíble cifra de 743 veces.
Recuerden siempre a John Creasy como se recuerda El Álamo cuando reciban uno de esos lóbregos sobres. Y recuerden también que, hagan lo que hagan, siempre tendrán a la mitad en contra, por eso no deben desfallecer, por eso no deben alegrarles el día.
FELIZ REYES.

| viernes, 4 de enero de 2008 | 19:31


MI MAMÁ ME MIMA Y YO MIMO A MI MARCA

El fútbol, ese espectáculo algo irreal, como la pompa superflua del gigantesco circo al que sirve. Once hombres saltando al campo, empequeñecidos por la gente y el ruido; el mundo sufre cuando ellos sufren, tiembla cuando se enardecen, pero ellos permanecen hechizados, más allá de cualquier ayuda, gloriosos, inalcanzables, casi sagrados...

Yo no estoy ni a favor ni en contra, es una de esas cosas que son pero ante las que permanezco indiferente, como frente al hígado encebollado o los refrescos de maracuyá. De hecho, lo decisivo de la afición al fútbol, como otras adherencias marginales, es que posee un extraño valor oculto que si se mira con atención, nos muestra la incoherencia de la vida. Se es del Sporting o del Oviedo porque sí, como yo soy del Real Madrid de baloncesto, que me entretiene y me ayuda a pasar el rato, que es lo importante. Y ahí debe quedarse.

La quisicosa es que me ha llamado la atención el último abordaje pirata que han hecho las empresas en el fútbol, tan desquiciado como coger un barrio bonaerense, el de La Boca, y ser transformado por Nike en un anuncio global con estadios ficticios, murales con rostros gigantes de Ronaldhino, esculturas de jugadores encaramadas a los balcones... O sea, el sueño erótico de cualquier anunciante, la integración total del medio y la marca, la sinergia convertida incluso en punto de interés turístico por las autoridades competentes con el apelativo de Barrio Bonito.

La justificación de la marca es que no quiere relegarse a los soportes tradicionales, porque la hiperparticipación de las personas -véase las últimas tendencias espectáculo de los políticos a abrirse una cuentita en Facebook y redes similares- están definiendo escenarios completamente nuevos, y de esta manera se interactúa mejor con la gente, se refuerza la imagen de marca y se aumentan las ventas. La realidad es que ya no se patrocina algo, se intenta ser ese algo; ya no se provee de bienes y servicio, sino de alucinaciones colectivas, estilos, actitudes, valores, ideas y apariencias, para hacer posible una vida completa e independiente en el interior de las marcas.

De todo esto deducimos que hoy en día ser no es pensar, ni tener, ni ser percibido, ni comunicar: ser es consumir. Y resulta apasionante el acto contemplativo de esa vida comercial que llega a sustituir a la vida real, su capacidad de seducción, los anuncios, las luces, las escaleras mecánicas, los mostradores... un espectáculo autónomo, que arrastra a toda una sociedad tras de sí independientemente de los productos que ofrece, y acaba por convertir el mismo espectáculo en mercancia, una estetización de la realidad donde cada ciudadano se convierte en un artista. Y si alguno de nosotros comparte la idea del escritor Charles Baxter de que todo hombre con imaginación debe resistirse a la servidumbre, y tiene que aprender a convertirse en un riesgo, Nike le responderá que cuando un tipo dice que tiene principios, sólo significa que no va a ser barato.

Por eso yo, este año, me uniré a las huestes de Baxter, me convertiré en un cáncer para el sistema, me negaré a ser ese artista zombi que pretende Nike, rechazaré su léxico mundial de música e iconos, me enfrentaré a ese pecado de las masas que es el conformismo y me vengaré cual Edmond Dantés frente a Fernando Montego. Este año... este año... este año compraré mis nuevas zapatillas de deporte en una tienda Adidas.

| jueves, 3 de enero de 2008 | 17:47


ERRATAS
Charles Perrault, el académico francés del XVII, recogió de la literatura oral de su tiempo once cuentos y los escribió por primera vez: Caperucita Roja, la Bella Durmiente, Pulgarcito... y, entre ellos, La Cenicienta.
En una parte del texto la Cenicienta huye de los fogones a una fiesta maravillosa, y al volver a su humilde destino, dejó perdida su zapatilla, que en francés se escribía vair, un tipo de cuero que al pasar por la imprenta se convirtió en verre, es decir, cristal, dejándonos a todos maravillados con aquella errata e incapaces de corregir aquella imagen evocadora, irreal, fantástica, que ha pervivido hasta nuestros días. ¿Por qué? Porque necesitamos la fantasía para sobrevivir.

| martes, 1 de enero de 2008 | 22:18

Entrando en el año con Raúl Tola, el crack de la televisión peruana. Un lujo servirte de cicerone por la noche madrileña. Nos vemos en Lima, Raúl. Abrazos.